Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto». Sin que pudieran evitarlo, una pregunta resonó en los corazones de los discípulos: «Y yo, a los ojos de Jesús, ¿qué tipo de sarmiento soy?».

Cristo, la verdadera vid (The Temple Gallery).

Antes de que pudieran preguntárselo, Jesús les dijo: «Yo os elegí, y durante el tiempo que he estado con vosotros habéis escuchado mi Palabra. Por medio de esta Palabra, el Padre os ha podado para que deis más fruto. De verdad os digo: vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. Si queréis dar más fruto, permaneced en mí, y yo permaneceré en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí».

Los discípulos entienden poco a poco el discurso de Jesús. Dios Padre espera de ellos frutos abundantes y Jesús les advierte que Él los ha preparado para dar esos frutos, pero que solo los darán en la medida en que permanezcan unidos a Él. Hay dos situaciones, por tanto, que Jesús no desea para ellos: no quiere que lleven una vida infecunda —sin frutos, estéril—, pero tampoco quiere que se esfuercen en vano, buscando dar frutos por sus propias fuerzas, al margen de Dios.

Por eso, el Señor les insiste: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada». Las últimas palabras hicieron eco en el corazón y en la mente de los discípulos: «Sin mí no podéis hacer nadasin mí no podéis hacer nada».

La cuestión de dar o no dar frutos se resumía en eso: permanecer o no en Jesús. «Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. En cambio, si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Lecturas del V Domingo de Pascua

Leer

Primera lecturaHechos de los Apóstoles 9, 26-31
Salmo responsorialSalmo 22 (21)
Segunda lectura1 Juan 3, 18-24
EvangelioJuan 15, 1-8

Ecos de la Palabra de Dios

Isaías 5, 1-7 (leer).

Ezequiel 15, 1-8 (leer).

Romanos 7, 4 (leer).

Preguntas para meditar y orar

1. ¿Qué tipo de sarmiento soy yo? ¿Doy frutos? ¿De qué clase?

2. ¿Trato siempre de que las cosas salgan como yo quiero? ¿Me dejo guiar por Dios?

3. ¿Permanezco en Jesús? ¿Soy fiel a la oración y a la meditación de la Palabra?

Un comentario en “La vid y los sarmientos

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