Los discípulos escuchaban atentamente a Jesús. El Maestro les hablaba desde el corazón, les expresaba sus más profundos deseos y sus más nobles sentimientos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».

Los ojos de Jesucristo brillaban, en ese momento, de forma especial. Los discípulos habían captado durante el tiempo que habían estado con Él que lo que más lo emocionaba era hablar de su Padre.
Uno de los discípulos le preguntó: «Señor, ¿y qué mandamiento hemos de guardar para permanecer en tu amor?». Jesús dijo: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado». El discípulo le respondió: «Señor, tú nos has amado como el Padre te ha amado a Ti. ¿Cómo es ese amor?».
Jesús le dijo: «El Hijo todo lo ha recibido del Padre, porque el Padre se ha dado todo al Hijo. De ese amor os hablo: del que se da todo entero. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos». Jesús paseó su mirada sobre los rostros de los que estaban a su alrededor. Tras un breve silencio, continuó: «Si uno vive pensando solo en sí mismo, no puede ser verdadero amigo de nadie, porque será incapaz de dar su vida por los demás. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando, esto es, si amáis sin reservas, hasta el extremo.
» Vosotros me llamáis «Señor» y decís bien, porque lo soy. Pero yo ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. Lo que me ha dado el Padre, eso os he compartido».
Los discípulos le preguntaron: «¿Qué hemos hecho nosotros para merecerlo?». Jesús les respondió: «Nada. La amistad de la que os hablo no se basa en cálculos o en intereses, sino en un amor generoso. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
Le puede el alma de verdad llamar Amado [a Dios], cuando ella está entera con Él, no teniendo su corazón asido a alguna cosa fuera de Él; y así, de ordinario trae su pensamiento en Él
San Juan de la Cruz
Lecturas del VI Domingo de Pascua
Primera lectura | Hechos de los Apóstoles 10, 25-26. 34-35. 44-48 |
Salmo | Salmo 98 (97) |
Segunda lectura | 1 Juan 4, 7-10 |
Evangelio | Juan 15, 9-17 |
Ecos de la Palabra de Dios
Romanos 5, 6-8 (leer).
Éxodo 33, 11 (leer).
Deuteronomio 7, 6-16 (leer)
Preguntas para meditar y orar
1. ¿En qué momento de mi vida Jesucristo salió a mi encuentro y me eligió?
2. ¿De qué modos concretos cuido y cultivo mi amistad con Jesucristo?
3. ¿Vivo el amor con generosidad? ¿Soy rencoroso, resentido, envidioso?
Señor dame cada día de tu amor, para estar conectada a ti y a todos los que.me rodean.
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