La luna había aparecido ya en el firmamento, aunque todavía estaba claro. Judas Iscariote se sentía agotadísimo: durante toda la jornada, él y los otros discípulos habían acompañado a Jesús a atender a los enfermos que le presentaban. Al ver la luna, Judas se acercó a Jesús y le dijo: «Maestro, ya es tarde y estamos en despoblado. Despide a la gente, para que puedan volver a sus casas y coman algo».

Algunos discípulos asintieron, mostrándose de acuerdo con Judas; también ellos estaban cansados y tenían hambre. Sin embargo, Jesús negó con su cabeza y dijo: «La gente no tiene por qué marcharse. Dadles vosotros de comer». Judas, indignado, replicó: «¡Maestro! ¿Cómo les daremos de comer? Si apenas tenemos cinco panes y dos peces para nosotros, que somos trece. No nos alcanza». Jesús le respondió: «Traedme lo que tenéis».
Pronunció la bendición sobre los alimentos
Entonces, el Señor ordenó a la gente que se reclinara sobre la hierba. Tomó los cinco panes y los dos peces y, con la mirada fija en el cielo rojizo del atardecer, pronunció la bendición sobre los alimentos. Luego, comenzó a partir los panes y les iba pasando los pedazos a los discípulos, para que ellos los repartieran entre la gente.
Judas contemplaba sorprendido cómo Jesús no dejaba de distribuir el pan. Según sus cálculos, ya debían haberse acabado los panes y los peces hacía un buen rato. No lo podía creer.
Sed generosos como vuestro Padre celestial es generoso
Todos comieron y quedaron saciados, incluidos los discípulos. Jesús mandó entonces a recoger lo que había sobrado; llenaron hasta doce canastos. Admirados, se preguntaban: «¿Cómo es posible que el Maestro haya alimentado a más de cinco mil personas con cinco panes y dos peces?».
Tras despedir a la muchedumbre, Jesús reunió a los discípulos y les dijo: «No dudéis nunca de la generosidad de vuestro Padre del Cielo. Mirad las aves que vuelan en el firmamento: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, pero vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que las aves, hombres de poca fe? Vosotros, pues, haced lo mismo: sed generosos como vuestro Padre celestial es generoso».
Texto del Evangelio
Mateo 14, 13-21 (leer).
¿Qué puedo aprender de la Palabra de Dios?
Isaías 55, 1-3 (leer): Dios nos invita a acudir a su generosidad.
Salmo 145 (144), 14-16 (leer): «El Señor sacia de favores a todo viviente».
Romanos 8, 35-39 (leer): La máxima muestra de amor y generosidad de Dios es entregarnos a su Hijo, Jesucristo.
Mateo 6, 25-34 (leer): Jesús nos invita a confiar en la Providencia divina y a no preocuparnos indebidamente.
2 Corintios 9, 6-15 (leer): Estamos llamados a ser generosos como Dios es generoso con nosotros.
Lucas 6, 38 (leer): «Dad y se os dará».
PReguntas para meditar y orar
1. ¿Agradezco al Señor los dones que me otorga? ¿Bendigo los alimentos?
2. ¿Soy generoso con los demás? ¿Comparto mis bienes y mi tiempo?
3. ¿Confío en la Providencia de Dios más que en mis cálculos humanos?