Las olas sacudían la barca. El viento hacía un ruido espantoso. Pedro y los otros discípulos estaban llenos de pánico, sentían que no había escapatoria; el mar y la oscuridad de la noche los iban a engullir.

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Jesús y Pedro sobre el agua, Gustave Brion (Brigham Young University Museum of Art)

«¡Aaah, un fantasma!», gritó uno de los tripulantes. Una figura, parecía la de un hombre, caminaba sobre las aguas en dirección a la barca. «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo». Pedro reconoció enseguida la voz de Jesús, pero… ¿si era posible que fuera él? ¿Cómo es que no se hundía en el agua?

¡Señor, sálvame!

«¡Señor!, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua». El hombre le dijo: «Ven». Pedro lo miró: sí, ese era Jesús, no cabía duda. «Si por la tarde multiplicó los panes y los peces —pensó Pedro—, ¿por qué no podría caminar sobre las aguas y hacerme capaz a mí?». Entonces, animado por su reflexión, se bajó de la barca.

Los otros discípulos se asombraron al ver que Pedro andaba hacia Jesús sin problemas. De repente, el viento sopló más fuerte. «¡Simón!», chilló Andrés, el hermano de Pedro, al ver que este comenzaba a hundirse. Pedro dirigió los ojos hacia Jesús y le suplicó: «¡Señor, sálvame!». Jesús extendió la mano y lo agarró. Todavía sobre las aguas, le dijo: «Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado? ¿Piensas que el viento puede más que su Creador?».

¡Realmente eres Hijo de Dios!

Subieron a la barca y cesó la tormenta. Sin esperar un segundo, Pedro se postró delante de Jesús y lo mismo hicieron los otros discípulos. Pedro alzó el rostro y, de rodillas, exclamó: «¡Realmente eres Hijo de Dios!». Jesús los invitó a ponerse de pie: «¡Ánimo, no tengáis miedo. En verdad, en verdad os digo: Yo he venido para que vosotros también seáis hijos de Dios».  

Texto del Evangelio

Mateo 14, 22-33 (leer).

¿Qué puedo aprender de la Palabra de Dios?

1 Reyes 19, 11-13 (leer): Dios se manifiesta en la calma.

Salmo 85 (84), 8-10 (leer): El Señor «habla de paz a su pueblo».

Romanos 9, 1-5 (leer): Dios adoptó al pueblo de Israel como hijo y ha ampliado esa filiación adoptiva a todos los que se unan a su Hijo Jesucristo por medio del bautismo.

Salmo 2, 7 (leer): Dios nos dice a cada uno: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy».

1 Juan 3, 1 (leer): El amor de Dios hacia nosotros le lleva a llamarnos sus hijos y a serlo de verdad.

 Isaías 49, 14-15 (leer): Parece que el amor de una madre por su hijo fuera el más grande que existe sobre la tierra. Pues el amor de Dios por los suyos es infinitamente mayor.

Preguntas para meditar y orar

1. ¿Me dejó dominar por mis miedos? ¿Hacen tambalear mi fe?

2. ¿Reconozco que todo en el mundo es criatura de Dios?  

3. ¿Soy consciente de lo que significa ser hijo de Dios por el bautismo?

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