Los Evangelios nos dan poquísimos datos sobre la vida ordinaria de Jesús. ¡Con qué normalidad transcurriría buena parte de la vida del Señor, junto con José y María! Precisamente, en el contexto de un acontecimiento tan familiar y a la vez tan festivo, como lo es una boda, tuvo lugar el primer milagro del Mesías.

Las bodas de Caná, El Veronés, 1562-1563 (Museo del Louvre).

Había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». «No tienen vino»: Son las primeras palabras que el Evangelio de San Juan pone en boca de María. El evangelista podía haber recogido otra frase más «trascendental» de la Virgen, pero comienza con esa indicación tan sencilla: «No tienen vino». En esas tres palabras tan normales, sin embargo, se condensaba todo el amor de la doncella de Nazaret, preocupada sinceramente por los recién casados.

Jesús, sin embargo, parece rechazar la petición implícita de su Madre. Le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». La hora de Jesús, aquella indicada por el Padre y en la cual quedaría manifestada la salvación de los hombres, llegará con la Pascua de su Pasión, Muerte y Resurrección. María sabe —lo experimentó con fuerza cuando Jesús se quedó en el Templo a los doce años— que su Hijo vive amorosamente adherido a la Voluntad del Padre Dios. Por eso, se abandona completamente al juicio y decisión de Jesús, porque aquello que Él diga será lo que Dios quiera. Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga».

¡Qué delicadeza y finura la de María! No impone nada a su Hijo; sencillamente, deja en sus manos la situación. Tan solo pide a los sirvientes que, sea lo que sea que Él diga, lo obedezcan. ¡Jesús podía haber dicho a los sirvientes, sin reparos, que Él no podía hacer nada por los novios!

Sin embargo, el corazón del Señor ha sido tocado por la preocupación de su Madre. Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Jesús no obra el milagro «a lo fácil». No dice: «Aquí estoy yo, esta es mi hora, la hora de lucirme, no se preocupen de nada». En cambio, dice: «Llenad las tinajas de agua». ¡Qué trabajo más arduo! Los sirvientes debían conseguir nada más y nada menos que seiscientos litros de agua. No obstante, no rechistaron, se pusieron a trabajar, y las llenaron hasta arriba.

Una vez terminada su labor, Jesús se limita a decir: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». La mirada de María animaría a algún sirviente, que podría haber puesto cara de «¿acaso te estás burlando de nosotros?». Ciertamente, nada espectacular había pasado como para creer que aquella agua no había dejado de ser agua. Pero obedecieron. Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».

Los rostros de los sirvientes se transformaron: de apuro a maravilla, de maravilla a alivio y alegría; la boda se había salvado. María había propiciado que su Hijo hiciera su primer milagro en medio de una asombrosa sencillez. Faltaba tiempo para que llegara su hora, pero su gloria comenzaba a translucirse. Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

LECTURAS DEl II DOmingo del Tiempo Ordinario

Leer

Primera lecturaIsaías 62, 1-5
SalmoSalmo 96 (95)
Segunda lectura1 Corintios 12, 4-11
Evangelio Juan 2, 1-11

PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR

1. ¿He aprendido a encontrarme con Dios en los acontecimientos de mi vida ordinaria?

2. ¿Soy dócil a la Voluntad de Dios? ¿Me abandono a sus planes, sin pretender imponer los míos?

3. ¿Me quejo con exceso? ¿Sé obedecer a las indicaciones que recibo?

3 comentarios en “Asombrosa sencillez

  1. A diario me abandono en las manos de DIOS para que sea ÉL que imponga su voluntad en mi. Más en este tiempo de la enfermedad de mi esposo para que actúe en los dos. Me dé fortaleza para transmitirsela a él y poder ser su columna en éste momento de dificultad. Le pido en todo momento que no permita que me suelte de su mano poderosa.

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  2. He aprendido a encontrarme con Dios en cada acontecimiento de mí vida ordinaria por que descubro su amor y su misericordia, el sentirle tan cercano, junto con María nuestra madre, me sostiene, fortalece y me llena de esperanza
    Señor tú voluntad
    Sí tú quieres tú puedes espero en ti confío en ti
    Tú sabes señor cuanto necesito de una casa material así como la que tuviste con José y María te la he pedido y tengo fe que así será
    En tús manos mi señor
    Te amo mi Dios.

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  3. Te Alabo y bendigo Padre mío, por haber escogido a la Santísima Virgen María, para que fuera el PUENTE, que nos llevara con paso firme y seguro a los Pies de tu Hijo Jesús. Y así fuera transformado nuestro corazón manchado por el pecado, en un nuevo corazón. Gracias a la intercesión de nuestra Madre Santísima.

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