Ilustre Teófilo: Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido…

El Evangelio según San Lucas comienza de un modo bastante peculiar. Parece una especie de carta, en la que el autor se dirige a un tal Teófilo, asegurándole que le escribirá sobre «los hechos que se han cumplido entre nosotros». San Lucas da a entender que él no fue testigo directo de dichos hechos, pero sí que se lo transmitieron quienes fueron «testigos oculares y servidores de la palabra»; además, se tomó el trabajo de «investigarlo todo diligentemente desde el principio». Pero… ¿de qué hechos se trata?
Nada menos que de la vida de Jesús de Nazaret, quien había sido crucificado hacía poco en Jerusalén y cuyos discípulos aseguraban que había resucitado. Sin duda, mucha gente se preguntaba al escuchar hablar de Jesús: ¿quién era este hombre? ¿Cómo es posible que haya quienes crean que es Dios?
Los Evangelios fueron escritos para responder estas preguntas. Pero no de un modo teórico, sino vivencial: propician un encuentro entre nosotros y Jesucristo. Más aún, toda la Biblia —Antiguo y Nuevo Testamento— nos lleva en último término a Cristo: Él es la Palabra viva de Dios encarnada. Las Sagradas Escrituras, inspiradas por el Espíritu Santo, dan testimonio de Él.
Justamente, San Lucas plasma esto en el cuarto capítulo de su Evangelio: Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque Él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en Él. Y Él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
LECTURAS DEL III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Domingo de la Palabra de Dios
Primera lectura | Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10 |
Salmo | Salmo 19 (18) |
Segunda lectura | 1 Corintios 12, 12-30 |
Evangelio | Lucas 1, 1-4; 4, 14- 21 |
PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR
1. ¿Escucho con atención la Palabra de Dios durante la Santa Misa?
2. ¿Me he propuesto familiarizarme más con la Sagrada Escritura? ¿Leo y medito los Evangelios?
3. ¿Tengo los «ojos clavados» en Jesucristo? ¿Lo anhelo a Él con todo mi corazón?
Gracias Padre Santo, por dejarnos un TESORO tan grande y precioso, como es tu Palabra consignada en la Sagrada Biblia; ya que es a través de élla , que hemos conocido cuál es tu Santa Voluntad y la de tu Divino Hijo Nuestro Señor Jesucristo. Por la Luz y la Fuerza de tu Espíritu Santo. .
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Gracias Dios por este día maravillosos tu siempre actuando en mi vida.
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