Después que Jesús dijera en la sinagoga de Nazaret «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír», todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Para los nazarenos, resultaba realmente sorprendente que el que hasta ahora habían conocido como carpintero, pudiera hablar con semejante autoridad. Y se preguntaban: «¿No es este el hijo de José?».
Los Evangelios nos dan poquísimos datos sobre la vida ordinaria de Jesús. ¡Con qué normalidad transcurriría buena parte de la vida del Señor, junto con José y María! Precisamente, en el contexto de un acontecimiento tan familiar y a la vez tan festivo, como lo es una boda, tuvo lugar el primer milagro del Mesías.
Los dos hombres caminaban por el atrio del Templo. Uno era el sumo sacerdote; el otro, uno de los venerables ancianos del pueblo judío. Mientras andaban, se dieron cuenta de que un grupito de personas se había reunido en torno a Jesús, que les enseñaba. En voz alta para que le oyeran, el sumo sacerdote comentó con sorna a su compañero: «¿Te das cuenta? En torno al maestro galileo solo se reúnen publicanos y pecadores». El anciano soltó una carcajada.
Mateo y Tomás llegaron a la aldea samaritana. Tocaron la puerta en el primer albergue que encontraron. Un hombre apareció y les preguntó secamente: «¿Qué quieren?». «Hospedaje para trece». «¿Y dónde están los otros?». «Ya están cerca». El hombre se los quedó mirando: «Ustedes son galileos. ¿Hacia dónde van?». Tomás respondió con brusquedad: «A Jerusalén. Pero eso, ¿qué te importa?». Leer Más
Iuvenes adorantes 