Un sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer. Al ver que los otros invitados se apresuraban para escoger los primeros puestos, decidió contarles una parábola.
Humildad

Un sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer. Al ver que los otros invitados se apresuraban para escoger los primeros puestos, decidió contarles una parábola.
Los Evangelios nos dan poquísimos datos sobre la vida ordinaria de Jesús. ¡Con qué normalidad transcurriría buena parte de la vida del Señor, junto con José y María! Precisamente, en el contexto de un acontecimiento tan familiar y a la vez tan festivo, como lo es una boda, tuvo lugar el primer milagro del Mesías.
Imperio Romano. Año decimoquinto del emperador Tiberio. Gobernador de Judea: Poncio Pilato. Tetrarca de Galilea: Herodes; tetrarca de Iturea y Traconítide: Felipe, hermano de Herodes; tetrarca de Abilene: Lisanio. Sumos sacerdotes: Anás y Caifás. La Palabra de Dios se fija y viene sobre un hombre que vive en el desierto: Juan, hijo de Zacarías.
La barca tocó tierra. Jesús y sus discípulos contemplaron la playa vacía. Pedro comentó emocionado: «Y pensar, Maestro, que hasta hace unos minutos miles de personas estaban aquí escuchándote». «¡Todo un éxito! —añadió Tomás—. Yo calculo que había más de cuatro mil». Jesús sonrió y, como si no hubiese oído, dijo: «Vamos a casa a comer y descansar».
La mujer caminaba despacio, encorvada, apoyándose en un bastón desgastado. Iba medio despeinada y su vestido tenía varios remiendos. De repente, sacó dos moneditas de su bolsillo y las echó en el arca de las ofrendas. Nadie se dio cuenta: ¿quién se fijaría en esa viuda pobre, sucia y achacosa? Nadie se dio cuenta, salvo una persona: Jesús. Leer Más