El seguimiento de Jesucristo exige una lucha constante. Creer en Dios no exime de las dificultades y contrariedades de la vida: ya sean materiales, ya sean espirituales. Jesús nunca prometió a sus discípulos una vida fácil.
Lucha constante

El seguimiento de Jesucristo exige una lucha constante. Creer en Dios no exime de las dificultades y contrariedades de la vida: ya sean materiales, ya sean espirituales. Jesús nunca prometió a sus discípulos una vida fácil.
Dos hermanos disputan por una herencia. Uno de ellos le pide a Jesús que intervenga en el asunto: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Jesús, sin embargo, se rehusa a hacerlo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?». El Maestro, más bien, aprovecha para enseñar sobre la pobreza espiritual: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén… Jesús, aún cuando era consciente de las implicaciones de su misión, no huyó de ella. Se dirige con firme determinación hacia Jerusalén, donde tendrá lugar su Pasión, Muerte y Resurrección.
Cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda... Vemos a Jesús, el Hijo de Dios, crucificado entre malechores, como si fuera un malechor más… ¡Con qué fuerza lo expresa San Pablo!: «Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Filipenses 2, 6-8).
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba… Todas las palabras y obras de Jesús tenían su raíz en la oración. El Señor, que oraba en todo momento, dedicaba tiempos exclusivos de soledad y silencio para hablar con su Padre. De este modo sostenía su misión entre los hombres.
Los Evangelios nos dan poquísimos datos sobre la vida ordinaria de Jesús. ¡Con qué normalidad transcurriría buena parte de la vida del Señor, junto con José y María! Precisamente, en el contexto de un acontecimiento tan familiar y a la vez tan festivo, como lo es una boda, tuvo lugar el primer milagro del Mesías.
El gentío, alrededor de Jesús, escuchaba atentamente su instrucción. Él les decía: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa».
Se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir»… Los dos apóstoles le hablan a Jesús con toda franqueza. Hay algo que desean y piensan que el Señor se lo puede otorgar, así que se lo expresan sin disimulo. Él les pregunta: «¿Qué queréis que haga por vosotros?».
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos... Jesús, siempre dispuesto a acoger a quien lo necesitara, procura pasar desapercibido en esta ocasión. No huye de la multitud ni por egoísmo ni por comodidad, sino porque la labor que le ocupa es de suma importancia y requiere toda su atención: la formación de sus discípulos.
El mensajero fue corriendo hasta Jesús, que hablaba a sus discípulos, y le interrumpió sin miramientos: «Señor, vengo de Betania, de parte de Marta y María. Su hermano Lázaro, tu amigo, está muy enfermo. Se muere». Jesús, apacible, le respondió: «Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios. Tranquilo: gracias por avisarme». Pidió entonces a Judas que le diera dinero al mensajero para que comprara algo de comer. Leer Más