Aquella noche Jesús pasó orando en el Monte de los Olivos. Poco antes de que saliera el sol, fue adonde se hospedaba, se aseó y desayunó un poco. Enseguida se dirigió al Templo: poco a poco, la gente se amontonó a su alrededor para escuchar sus enseñanzas. Jesús, sentado, hablaba con tanto entusiasmo que nadie sospechaba que no había dormido. Precisamente la fuerza y el atractivo de su discurso provenía de ese diálogo prolongado con su Padre la noche anterior.

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De repente, se oyó un bullicio. Unos escribas y fariseos interrumpieron a Jesús; uno de ellos llevaba agarrada por el brazo a una mujer bañada en lágrimas. Le dijeron: «Maestro, sorprendimos a esta mujer en adulterio. Según la Ley de Moisés debemos apedrearla. ¿Lo hacemos?». Jesús los miró con seriedad, después vio a la mujer y, sentado como estaba, se inclinó un poco y comenzó a escribir con su dedo en la tierra.

El que esté libre de pecado que tire la primera piedra

Los hombres lo miraban sorprendido y a la vez desesperados. Querían una respuesta inmediata: dijera sí o no, lo podrían acusar. Si la respuesta era negativa, le reprocharían que infringía la Ley de Moisés; si era afirmativa, lo acusarían de incoherente y mentiroso: predicaba misericordia, pero mandaba a lapidar a esa mujer. Jesús, sin embargo, callaba: los escribas y fariseos le insistían y le pedían una respuesta.

Entonces, Jesús se levantó y sentenció con calma: «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra». Se agachó de nuevo y siguió escribiendo con su dedo. Todos los acusadores se fueron. Quedaron solo Jesús, agachado, y la mujer, de pie. Esta, temblando, pensó: «Ellos no podían lapidarme; pero en su mirada yo he visto que este Maestro no tiene pecado. Él me lapidará: estoy perdida». Jesús se levantó. El corazón de la mujer se aceleró… «Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?». «No», dijo ella. «Pues yo tampoco te condeno. Vete y de ahora en adelante no peques más».

Vete y de ahora en adelante no peques más

Jesús enseñaba a la gente con su predicación; a fariseos y escribas, con su corrección; a la mujer, con su perdón. Él es Maestro de misericordia: con sus palabras, obras y ejemplo nos mostró que la misericordia crece con la oración; que se comprende mejor la miseria y el pecado del prójimo cuando uno es consciente del propio pecado; y que el perdón verdadero no es complicidad, sino invitación a la conversión.

Texto bíblico base

Juan 8, 1-11

Textos bíblicos de apoyo

Antiguo Testamento

Salmo 43 (42)

Salmo 86 (85), 14-17

Salmo 124 (123)

Salmo 126 (125)

Nuevo Testamento

Romanos 11, 32

Filipenses 3, 7-9

Preguntas para meditar, reflexionar y orar
  1. ¿Tengo vida de oración? ¿Dedico momentos del día a dialogar a solas con el Padre?
  2. ¿Condeno con facilidad a los demás? ¿Advierto mis propios pecados y miserias?
  3. ¿Perdono a quien me ofende? ¿Lo corrijo si está en error?

5 comentarios en “Maestro de misericordia

  1. En este pasaje encontramos A nuestro Padte misericordioso dispuesto siempre a perdonar y regalarnos una nueva oportunidad
    Para arrepentirnos y convertirnos
    Y que mejor momento este tiempo de cuaresma
    Nos invita a no señalar y no juzgar sino que miremos nuestro interior sí somos conscientes de nuestras faltas
    cómo es nuestra conversión y nuestro arrepentimiento
    Oremos a nuestro Señor para que nos guíe en el camino de la salvación

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  2. Nuevamente el señor en el dia de hoy nos muestra su infinita misericordia . Nos invita a no juzgar a los de mas por sus errores sino que perdonemos para busque la convercion .Que no seamos como esos escribas y fariseos que condanaron a la mujer que estaba en adulterio..

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  3. Seguimos en el camino a la conversión. Para destacar la misericordia de Jesús quien sin cuestionar siempre decide perdonar. Pero lo que resalto hoy es su palabras. “Vete y no vuelvas a pecar”. En medio de nuestra imperfecta humanidad debemos esforzarnos por no abrir la puerta a la tentación, hacer un verdadero acto de contrición y esforzarnos para no volver a cometer aquello que nos aleja de Dios.

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  4. Jesús nos invita en esta ocasión a perdonar y a no juzgar. Él con su infinita misericordia nos enseña que todos alguna vez hemos cometido errores pero que cuando nos arrepentimos de corazón somos perdonados por nuestro Padre celestial.
    Jesús no mira la gravedad del error cometido, Él sólo observa nuestros corazones y nuestro arrepentimiento sincero.

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  5. Início mi intervención resaltando la importancia de tener siempre un diálogo profundo con el señor y entregarle además todos nuestros proyectos y angustias pues es él, el único que nos provee de fuerza y ánimo en momentos de cansancio y tribulación.
    En esta publicación “Maestro de la Misericordia”, Jesús a través de sus enseñanzas nos deja claro que jamás se debe juzgar a nuestro prójimo, por el contrario es importante tratarlos con mucho respeto y amor, aún cuando nos sintamos aludidos de alguna manera.
    Igualmente, nuestro señor nos invita a la conversión, ya que él está dispuesto siempre a perdonar nuestros pecados, aún cuando pensemos que no hay salida.
    Esperemos en el señor, él es nuestra única salvación, solo dejémoslo entrar y veremos cuántas maravillas hace en nosotros.

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