Durante el tiempo pascual, la Iglesia nos invita a experimentar continuamente el gozo de la resurrección de Jesucristo. El encuentro con Cristo vivo genera en el cristiano alegría y paz, las cuales no pueden ser arrebatadas por ninguna tribulación. ¿Cómo, ahora bien, nos podemos encontrar con Cristo vivo?

La aparición de Jesús resucitado a los discípulos de Emaús nos da una pista. El evangelista nos dice que el Señor, «comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras» (Lucas 24, 27)… Y después el mismo evangelista pone en boca de los discípulos, tras reconocer a Jesús: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lucas 24, 32).
A través de las Sagradas Escrituras podemos tener un encuentro con Jesucristo vivo. La Biblia no es letra muerta, sino que es Palabra viva: «La Palabra de Dios es viva y eficaz» (Hebreos 4, 12); las palabras de la Escritura son, utilizando las palabras que Pedro dice a Jesús, «palabras de vida eterna» (Juan 6, 68).
Puesto que a través de la Biblia nos podemos encontrar con Cristo resucitado, todo cristiano está llamado a cultivar «un amor suave y vivo a la Sagrada Escritura» (Misal Romano, Oración colecta en la memoria litúrgica de San Jerónimo). Ella es alimento para nuestro espíritu, fuente de vida para nuestra alma. La vida nueva que ofrece Cristo resucitado viene por el cauce de la Sagrada Escritura.
Por eso, conviene habituarse a la lectura y meditación frecuente de la Palabra de Dios, y a la oración a partir de ella. Una manera ideal para hacerlo es a través de las lecturas bíblicas propuestas para cada día en la Santa Misa. Constituye un tesoro valiosísimo el modo como la Iglesia ofrece a sus hijos el alimento de la Escritura en la Liturgia de la Palabra de la Santa Misa: no son lecturas al azar, sino que obedecen a una auténtica pedagogía. No hay que ir muy lejos para encontrar un ejemplo: la primera lectura y el salmo del III Domingo de Pascua ratifican la conexión entre la predicación de San Pedro recogida en los Hechos de los Apóstoles y el Salmo 15, citado por el Apóstol. O, en el caso de la segunda lectura, la resonancia de la pascua judía que se halla en la sangre preciosa del Cordero, poniendo de manifiesto que Cristo es la verdadera Pascua.
La Liturgia de la Palabra de la Misa, cada una de sus partes, facilita el diálogo entre Dios y su Pueblo, entre el Señor y cada uno de nosotros. Se trata de una auténtica escuela de oración, definida por el Catecismo como una «relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero» (n. 2558). Precisamente por esto, la Escritura se puede convertir en lugar de encuentro con Cristo vivo.
A pesar de las explicaciones que Jesús hizo a los discípulos de Emaús sobre la Escritura, estos no lo reconocieron hasta que Jesús «sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando» (Lucas 24, 30). La plenitud de la Sagrada Escritura, aquello que desvela su significado y sentido más profundo, se encuentra en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía: en ellos se actualiza —se hace presente una vez más— aquello que refiere la Escritura. Cristo vivo actúa en cada uno de los sacramentos y por medio de esa actuación, la Escritura se mantiene viva y se convierte, a su vez, en lugar de encuentro con Cristo vivo. Por esta razón, no basta con la lectura individual de la Biblia: se hace siempre necesaria una lectura eclesial. La Palabra de Dios está viva en la Iglesia.
Tendré los libros santos para consuelo y espejo de vida, y, sobre todo esto, el Cuerpo santísimo tuyo como singular remedio y refugio. (…) Sin estas dos cosas yo no podría vivir bien, porque la palabra de Dios es la luz de mi alma, y tu Sacramento el pan que da la vida
Tomás de Kempis, La imitación de Cristo
LECTURAS DEL III DOMINGO DE PASCUA
Primera lectura | Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33 |
Salmo | Salmo 16 (15) |
Segunda lectura | 1 Pedro 1, 17-21 |
Evangelio | Lucas 24, 13-35 |
PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR
1. ¿Acostumbro a leer y meditar las lecturas de la Santa Misa del día?
2. ¿Interpreto la Escritura a partir de lo que enseña la Santa Iglesia?
3. ¿Comprendo la importancia de los Sacramentos, especialmente de la Eucaristía?
Gracias Señor Jesús, por dejarnos el Pan de tu Palabra y el Pan de tu Cuerpo y de tu Sangre, para alimentar nuestro espíritu y así poder caminar convencidos que vamos por el camino que nos conduce hacia Ti.
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Señor Jesús que mi corazón arda en momentos de tribulación para poder entender tus designio.Dios mío y señor mío.
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