Tomás apóstol no estaba con los discípulos cuando Jesús Resucitado se les apareció por primera vez. Al escuchar los relatos de sus compañeros, se negó a creer. Para la segunda aparición, una semana después, Tomás sí estaba presente. Jesús le increpó: «No seas incrédulo, sino creyente». Y sentenció su “última” bienaventuranza: «Bienaventurados los que crean sin haber visto» (Juan 20, 29).

Estas mismas palabras nos las dirige hoy el Señor a cada uno: «No seas incrédulo, sino creyente»; garantizándonos, además, que si somos hombres y mujeres de fe, entonces seremos felices, bienaventurados. Por eso, suplicamos a Dios que, en su misericordia infinita, aumente nuestra fe (cf. Lucas 17, 5).
La fe es una realidad de varias dimensiones. En primer lugar, la fe implica creer en la existencia de Dios. Este es un nivel básico, fundamental, pero insuficiente: también los demonios afirman la existencia de Dios (cf. Santiago 2, 19). Por eso, hace falta un segundo paso: la fe implica también creer que lo que Dios revela y enseña es verdadero y bueno. Esto ya supone algo más, pero todavía es insuficiente: no basta con considerar que Dios existe y que lo que revela es verdadero y bueno, si no me adhiero a Dios y a su revelación, si no lo amo a Él ni hago vida sus enseñanzas. Por eso, se hace necesario dar un tercer paso: la fe implica, en última instancia, obrar por amor a Dios y al prójimo (cf. Gálatas 5, 6). «La fe sin obras está muerta» (Santiago 2, 26).
La fe conduce a un cierto estilo de vida, del que nos dan ejemplo los primeros cristianos: «Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones» (Hechos 2, 42). Una fe viva se traduce en una continua formación (enseñanza de los apóstoles); en la salida de sí mismo, para atender el bien común y las necesidades de los demás (comunión); en la participación asidua en las celebraciones sacramentales, especialmente en la Eucaristía (fracción del pan); y en una vida espiritual sólida, tanto a nivel individual como comunitario (oraciones). Una fe sólida se apoya en estos cuatro pilares.
Conviene insistir en el tercero. La fe es fruto de la acción de Dios a través de los sacramentos. La oración colecta para el II Domingo de Pascua reza: «Dios de misericordia infinita, que reafirmas la fe de tu pueblo con el retorno anual de las fiestas pascuales, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que comprendamos mejor la inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado, del espíritu que nos ha hecho renacer y de la sangre que nos ha redimido». Esa triple referencia del final al “bautismo – espíritu – sangre” se puede comprender como alusión a los sacramentos de iniciación cristiana, bautismo – confirmación – eucaristía, que siembran y fortalecen la fe en las personas que los reciben. La fe, vale recordar, es una virtud teologal, infusa, cuyo origen no se encuentra en la iniciativa humana, sino en Dios.
«La autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas» (1 Pedro 1, 7-9). Resuenan las palabras de Jesucristo: ¡Bienaventurados los que crean sin haber visto! Dichosos los hombres y las mujeres de fe, porque su fe los salvará.
LECTURAS DEL II DOMINGO DE PASCUA
Primera lectura | Hechos de los apóstoles 2, 42-47 |
Salmo | Salmo 118 (117) |
Segunda lectura | 1 Pedro 1, 3-9 |
Evangelio | Juan 20, 19-31 |
PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR
1. ¿Soy incrédulo o creyente? ¿Puede aumentar mi fe?
2. ¿Se parece mi vida a la de los primeros cristianos?
3. ¿He recibido los sacramentos de iniciación cristiana? ¿Vivo conforme a esos sacramentos?
Señor Jesús 🙏🙏🙏 enséñame a ser creyente de tu reino y no incrédula aumenta mi fe.
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Señor mío y Dios mío, derrama tu infinita Misericordia en mi vida y en mi corazón para creer y confiar más en ti.
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Que mis ojos siempre te busquen Señor, y vean con tu dulce mirada de amor y misericordia. Creo Señor pero aumenta mi fe.
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