Judas, inquieto, contemplaba a Jesús. ¿Acaso el Maestro no se daba cuenta de que sus palabras resultaban difíciles de aceptar para la multitud? ¿A qué venía esa insistencia en decir que debían comer la carne y beber la sangre del Hijo del hombre para tener vida? Si seguía con ese discurso, ¡perderían a los nuevos discípulos!
Palabras de espíritu y vida
