«No podéis servir a Dios y al dinero» (Lucas 16, 13). Así de claro es Jesucristo. Quien ha decidido servir a Dios no se puede inclinar ante el «dios dinero». El afán desmedido por las riquezas —y por el bienestar material, en general— es una idolatría.

La vida misma de Jesús nos indica lo que Él quiere para sus discípulos: «Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza» (2 Corintios 8, 9). El cristiano está llamado, así pues, no a la riqueza, sino a la pobreza de espíritu, al desprendimiento.
El rico considera la riqueza como un fin; el pobre de espíritu, en cambio, considera la riqueza como un medio. La persona desprendida no deposita su seguridad en el dinero —aun cuando tenga mucho—; al contrario, lo utiliza para hacer el bien a los demás. Su confianza no está en la cantidad de riqueza acumulada, sino en Dios.
«Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos» (1 Timoteo 2, 5-6). No hay dinero, ni riqueza, ni bienestar material que puedan ofrecer la salvación. Incluso los corazones de los más ricos se encuentran intranquilos e insatisfechos cuando no ponen su confianza en el Señor.
¿Cuál es la actitud apropiada ante las riquezas, entonces? No servirlas, como si fueran un dios, sino ponerlas al servicio de los demás. El hombre no ha sido hecho para la riqueza, sino la riqueza para el hombre: y ese hombre es, sobre todo, mi prójimo más necesitado.
LECTURAS DEL XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Primera lectura | Amós 8, 4-7 |
Salmo | Salmo 113 (112) |
Segunda lectura | 1 Timoteo 2, 1-8 |
Evangelio | Lucas 16, 1-13 |
PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR
1. ¿Soy pobre de espíritu y desprendido?
2. ¿Tengo apegos a personas, cosas…?
3. ¿De qué manera trato a las personas más necesitadas?
Gloria a ti señor jesus 🙏 🙌 ❤
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Señor concédeme abajarme como lo hiciste tú para ayudar siempre al prójimo.
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