El hombre se acercó a Jesús y le pidió hablar a solas. «Por supuesto —le respondió Jesús—. ¿Qué quieres decirme?». El hombre tragó saliva; con la vista en el suelo, dijo casi en susurros: «No puedo seguir siendo tu discípulo».

Como Jesús permanecía en silencio, el hombre sintió la necesidad de explicarse. «Cuando veo a tus discípulos más cercanos, a esos que llamas apóstoles, me doy cuenta de que, a su lado, yo no tengo nada que aportar. Juan, joven y listo; Judas, inteligente y astuto; Pedro… sí, un poco bravucón, pero valiente. ¡En cambio yo!… No soy capaz ni de la mitad de lo que ellos pueden hacer. Por eso me voy: no me necesitas; hay gente mejor que yo».

Jesús asintió con su cabeza. El hombre se sintió ligeramente ofendido; no pensaba que el Maestro le daría fácilmente la razón. Sin embargo, no esperaba para nada sus palabras:

«Amigo, es verdad: hay gente mucho mejor que tú. Ahora bien, escucha esta parábola: Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.

»El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Lo mismo sucedió con el que recibió dos talentos.

» Cuando se acercó el que había recibido un talento dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El señor le respondió: “Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses».

Jesús calló un instante; luego preguntó al hombre: «¿Comprendes la parábola? Ciertamente, encontrarás personas que tienen más talentos que tú, pero, amigo mío, de nada sirve poner como excusa que los demás son mejores y no trabajar lo que podemos, aunque sea poco. Eso no sería humildad, sino comodidad. ¡Ánimo, no temas! Quien es fiel en lo poco lo es en lo mucho».

Dios no hace acepción de personas, como nos repite insistentemente la Escritura. No se fija, para invitar a un alma a una vida de plena coherencia con la fe, en méritos de fortuna, en nobleza de familia, en altos grados de ciencia. La vocación precede a todos los méritos (…). La vocación es lo primero, Dios nos ama antes de que sepamos dirigirnos a Él, y pone en nosotros el amor con el que podemos corresponderle

San Josemaría Escrivá

Texto del evangelio

Mateo 25, 14-30 (leer).

Lecturas de la Misa del Domingo

Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31 (leer)

Salmo 128 (127), 1-5 (leer)

1 Tesalonicenses 5, 1-6 (leer)

Otras lecturas para meditar

1 Corintios 1, 26-31 (leer)

1 Corintios 4, 8-13 (leer)

Jeremías 9, 23-24 (leer)

Preguntas para orar

1. ¿Me dejo llevar en ocasiones por una «falsa humildad»?

2. ¿Me seducen los grandes ideales y desprecio las cosas pequeñas de cada día?

3. ¿Soy laborioso? ¿Cedo ante la tentación de la pereza?

Un comentario en “Fieles en lo poco

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