Los discípulos que conocían la Escritura sabían de la promesa que el Señor había hecho por medio de los profetas: «En aquellos días y en aquella hora, suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra. En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos» (Jeremías 33, 15-16). El pueblo de Israel esperaba el cumplimiento de la promesa de Dios: deseaba tiempos de justicia y derecho, de salvación y tranquilidad.
Se acerca nuestra liberación
