Los discípulos notaban que aquella noche no era como las demás. Jesús había tenido un tremendo gesto de humildad: el Maestro les había lavado los pies a cada uno. Y ahora, por sus palabras, parecía que se despedía, que se iba, pero ellos no comprendían muy bien a qué hacía referencia. Pedro se atrevió a preguntar: «Señor, ¿adonde vas?» (Juan 13, 36).
Jesús nunca abandona
