La Sagrada Escritura da pruebas suficientes del amor que Dios nos tiene. San Juan afirma en su Evangelio: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan 3, 16). Y San Pablo, en su Carta a los Efesios, asegura: «Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo» (Efesios 2, 4-5).

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Crucifixión, E.S. Sorokin, 1873 (Wikimedia Commons)

Si algo dejan en claro estos dos pasajes, es que Dios nos ama sin condiciones: Él no nos ama porque seamos buenos; más bien, es al contrario: somos capaces de ser buenos porque Él nos ama.

Sin embargo, este amor incondicional de Dios lo que en ocasiones halla en nosotros es una cierta obstinación en el mal, una determinada resistencia a la conversión. El Segundo Libro de las Crónicas nos narra: «En aquellos días, todos los jefes, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades… El Señor, Dios de sus padres, les enviaba mensajeros a diario porque sentía lástima de su pueblo y de su morada; pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, se reían de sus palabras y se burlaban de sus profetas» (2 Crónicas 36, 14-16).

San Juan retrata este empecinamiento de un modo más poético en su Evangelio: «Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras» (Juan 3, 19-20).

No basta, por tanto, con que sepamos y nos jactemos de que Dios nos ama. Si no hay una respuesta de amor al Amor de Dios, entonces estamos echando su gracia en saco roto. Siempre será bueno tener presente que «Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras» (Efesios 2, 10).

Quien vive así no tiene miedo de acercarse a Dios: su conciencia no tiene nada que reprocharle: «El que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios» (Juan 3, 21).

LECTURAS DEL IV DOMINGO DE CUARESMA

Leer

Primera lectura2 Crónicas 36, 14-16. 19-23
SalmoSalmo 136
Segunda lecturaEfesios 2, 4-10
EvangelioJuan 3, 14-21

PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR

1. ¿Soy consciente del amor que Dios me tiene?

2. ¿Me «aprovecho» de la misericordia de Dios como excusa para no convertirme?

3. ¿Me dedico a las buenas obras?

2 comentarios en “Amar al Amor

  1. SEÑOR te pido siempre que me des la gracia de ver en mis hermanos TU rostro para que mi vida esté en la Claridad que eres Tú y así poder dar testimonio.

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