En ocasiones, pareciera que Dios hiciera caso omiso a las peticiones que le presentamos en la oración. Después de tanto insistirle, no llegan los resultados deseados. Entonces, nuestra fe vacila: ¿Será que vale la pena confiar en el Señor?

Victoria, oh Señor, John Everett Millais, 1871 (Manchester Art Gallery)

El Señor nos enseña que es necesario orar siempre, sin desfallecer. Jesús garantiza que Dios Padre atiende siempre las oraciones: «…Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

El hombre de fe no desfallece en la oración. Tiene su confianza puesta absolutamente en el Señor. Sus convicciones son las del salmo: «El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra» (Salmo 120, 2).

Aún cuando las dificultades arrecien, el cristiano sabe que Dios hace justicia «sin tardar». Esto no significa que el Señor intervenga enseguida: que el Señor «no tarde» no implica necesariamente que actúe con prisas o precipitadamente. Más bien, se trata de que Dios sabe cuándo es el momento justo y llegado este momento, no tarda en intervenir.

El hombre y la mujer de fe viven según los tiempos de Dios. Por eso, la oración, para ellos, no es ninguna «pérdida de tiempo», sino la experiencia continúa de sumergirse en el tiempo de Dios. Así, aprenden a ver las cosas según una perspectiva diferente: no se ahogan o desesperan ante los fracasos aparentes, porque vistos desde la eternidad de Dios hasta lo más negativo cobra su sentido. «Sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios» (Romanos 8, 28).

Por tanto, si algo acontece en contra de lo que hemos pedido, tolerémoslo con paciencia y demos gracias a Dios por todo, sin dudar en lo más mínimo de que lo más conveniente para nosotros es lo que acaece según la voluntad de Dios y no según la nuestra

San Agustín

LECTURAS DEL XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Leer

Primera lecturaÉxodo 17, 8-13
SalmoSalmo 121 (120)
Segunda lectura2 Timoteo 3, 14 – 4, 2
EvangelioLucas 18, 1-8

PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR

1. ¿Oro con frecuencia? ¿Considero la oración como una pérdida de tiempo?

2. ¿Vacila mi fe por algún motivo? ¿Confío en Dios a pesar de los pesares?

3. ¿Sé comprender y vivir los acontecimientos de mi vida a la luz de Dios?

2 comentarios en “Tiempo de Dios

  1. Señor Dios mío, te Alabo y Bendigo, y te pido que siempre me llenes de tu Santo Espíritu, para poder perseverar siempre en la oración. Como Moisés, que nunca decaiga apartando mi corazón y mis ojos de ti, por las dificultades de la vida.

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