«Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas» (Salmo 46, 6). Celebramos llenos de alegría la solemnidad de la Ascensión. Sí, llenos de alegría. Pero, ¿no nos debería dar tristeza que Jesús se vaya y ya no podamos contar con su presencia física en medio de nosotros?
Justo antes de subir al cielo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto…».
Los once apóstoles se encontraban reunidos en torno a la mesa. A pesar de que algunas mujeres les aseguraban que Jesús había resucitado y que se les había aparecido, ellos no les creían. Entonces, se presentó Jesús en medio de ellos y les echó en cara su dureza de corazón, por no creer a quienes le habían visto.
Iuvenes adorantes 