Tomás apóstol no estaba con los discípulos cuando Jesús Resucitado se les apareció por primera vez. Al escuchar los relatos de sus compañeros, se negó a creer. Para la segunda aparición, una semana después, Tomás sí estaba presente. Jesús le increpó: «No seas incrédulo, sino creyente». Y sentenció su “última” bienaventuranza: «Bienaventurados los que crean sin haber visto» (Juan 20, 29).
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