Las olas sacudían la barca. El viento hacía un ruido espantoso. Pedro y los otros discípulos estaban llenos de pánico, sentían que no había escapatoria; el mar y la oscuridad de la noche los iban a engullir.
Hijos de Dios

Las olas sacudían la barca. El viento hacía un ruido espantoso. Pedro y los otros discípulos estaban llenos de pánico, sentían que no había escapatoria; el mar y la oscuridad de la noche los iban a engullir.
Las mujeres irrumpieron en la habitación donde se escondían los apóstoles: «¡La paz sea con vosotros! ¡Alegraos: el Señor ha resucitado!». Tras el sobresalto, Tomás, uno de los apóstoles, viendo que ninguno se pronunciaba, dijo a las mujeres: «No, no, no… El dolor os hace ver alucinaciones». Leer Más
Simón escuchaba atento el discurso de Jesús. Lo acompañaban algunos amigos que, como él, eran zelotes, celosos cumplidores de la Ley del Señor. Ninguno de ellos estaba de acuerdo con que Judea estuviese dominada por los romanos, e incluso varios se mostraban a favor de levantarse en armas para expulsarlos: las costumbres romanas eran una amenaza para vivir a plenitud lo que el Señor pedía en la Torá. Leer Más
El discípulo no daba crédito a lo que estaba escuchando de labios del propio Jesús: ¿Cómo así que Él no había venido a traer paz, sino división? El Maestro, ciertamente, tenía sus discusiones fuertes con algunos fariseos y escribas, pero nunca había defendido el uso de la violencia ni tampoco había promovido la guerra. ¿Habría cambiado de opinión? Leer Más
Jesús se despidió de Marta y María con un abrazo a cada una. Cuando llegó donde Lázaro se lo quedó mirando por unos segundos; sonrió y le dio un abrazo más fuerte y prolongado que a sus hermanas: «Cuídate, Lázaro. Sé fuerte y vela por María y por Marta». Meses más tarde, Jesús volvería a Betania para resucitar a su amigo.
El sacerdote observaba desde la ventana de la casa cural la plaza del pueblo. Estaba casi vacía. ¿A quién podría ocurrírsele, con el sol del medio día, sentarse en una de las bancas de la plaza? ¿Quién podría soportar tanto calor? Pues allí estaba Franky, con su gorra puesta, hablándole al vacío. «Loco tenía que ser», pensó el cura. Leer Más
Jesús le enseñaba a la multitud. Lo escuchaban personas de las más variadas regiones: algunos habían venido de Tiro y Sidón, al norte; otros habían viajado desde Jerusalén, al sur. El Maestro les hablaba de la felicidad verdadera, del amor auténtico. Antes de terminar, les preguntó: «¿Quieren ser buenos testigos de Dios, luz del mundo y sal de la tierra? Aquí les dejo tres claves».
Ese día el Papa Francisco sorprendió a sus oyentes con una pregunta: «¿Saben ustedes la fecha de su bautismo?». Si tú hubieras estado allí, ¿qué habrías respondido? ¿Sabes cuándo te bautizaron? Es una de las fechas más importantes de tu vida: fue el día en que naciste a la vida sobrenatural, el día en que te convertiste —de una manera especial y profunda— en hijo de Dios. Leer Más
Te acaban de avisar que vas a ser la madre de Dios. Cualquiera diría que te ganaste la lotería. Ya no tendrás que servir, lavar, barrer: ¿quién se atreverá a pedirle eso a la madre del Señor? De ahora en adelante, los demás deberían inclinarse delante de ti: eres, sin duda, uno de los seres humanos más importantes sobre la Tierra. Y, sin embargo, cuando te enteras de que una pariente tuya, ya mayor, está embarazada, sales con prisa adonde ella para servirla, ayudarla, cuidarla… ¿Quién es el insensato, Virgen María, que no se maravilla de tu humildad? Leer Más
La biografía más breve de Jesús tiene una sola palabra y, sin embargo, no se le escapa ni un solo detalle: amó. Toda la vida de Cristo se puede resumir así: amó. Amó a su Padre celestial, amó a sus discípulos, amó a la humanidad entera. Jesús amó y sigue amando. ¿Lo has experimentado? Leer Más