María se acercó a su hermana Marta, que tendía la ropa que acababa de lavar: «Marta, afuera hay un hombre que pregunta por ti». Marta la miró extrañada: «¿Quién será? Dile que espere». Se secó las manos y se dirigió a la puerta. Un hombre alto, con la piel morena por el sol, la saludó antes de que ella pudiera decirle algo: «Shalom! Vengo de parte de Jesús. Manda a decir que mañana llega con sus discípulos a tu casa». Leer Más
Amigos para la eternidad
