¡Necesitamos el desierto!

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Jesús acaba de ser bautizado. Al salir del agua, el Espíritu Santo baja sobre Él en forma de paloma y se oye la voz del Padre: «Tú eres mi Hijo, el Amado. En ti me he complacido». Es la presentación perfecta para empezar su vida pública: ¿Quién no escuchará y creerá a quien Dios llama su Hijo amado? Sin embargo, el Espíritu no lo lleva a ninguna plaza para predicar. Lo empuja, en cambio, al desierto. Leer Más

Cuando el Papa regañó a Jesús

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Si a ti o a mí nos hubiera tocado elegir al primer Papa, seguramente no hubiéramos elegido a Simón, el hijo de Jonás, pescador de Betsaida. ¿Cómo se le ocurrió a Jesús edificar su Iglesia sobre un hombre de poca fe (Mateo 14, 29-31), bravucón (Mateo 26, 34-35), cobarde (Mateo 26, 69-75) y con instinto asesino (Juan 18, 10)? ¿En qué estaría pensando?

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