Hacia y desde Jesucristo

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En su Primera Carta a los Corintios, San Pablo escribe que él fue «llamado a ser apóstol de Jesucristo». Ciertamente, se tomó en serio su misión. Allí donde iba no se cansaba de hablar de Jesús, hasta tal punto que Santa Teresa de Jesús advierte siglos después: «Miremos al glorioso San Pablo, que no parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía bien en el corazón» (Libro de la vida 22, 7).

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Centro de atención

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La fama creciente de Juan el Bautista había ocasionado que toda clase de personas lo quisieran conocer. No pocos se preguntaban si aquel hombre, vestido con piel de camello, sería el Mesías tan esperado. Algunos le pedían consejo y él contestaba: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».

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Un encuentro definitivo

Andrés corre emocionado. Unas cuantas horas le han bastado para convencerse de que aquel hombre, Jesús de Nazaret, es el Mesías. De repente, alguien se le atraviesa en el camino y Andrés no consigue frenar… caen los dos. Por suerte, es su hermano. Sin gastar tiempo en disculpas, Andrés exclama: «¡Simón, hemos encontrado al Mesías!».

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Fuente de vida eterna

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Juan no lo podía negar: la gente estaba muy entusiasmada con él. Algunos afirmaban incluso que él era el Mesías esperado. Por eso, Juan se vio en la necesidad de aclarar la situación: «Yo no soy el Mesías. Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo».

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El mejor testimonio de la historia

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Los comentarios llegaron a los líderes religiosos del pueblo. Las multitudes acudían al desierto para ver, a orillas del río Jordán, a un hombre llamado Juan, que predicaba un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Muchos estaban cautivados con su figura; decían que Juan era el Elías que tenía que venir, el Profeta, e incluso algunos afirmaban que él era el Mesías.

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Luz en las tinieblas

Luz en las tinieblas

El muchacho se acercó a Jesús. Temía darle la noticia. «Lo aprecia tanto… —pensaba—. ¿Cómo reaccionará?». Finalmente se decidió. «Jesús… ». No le salían las palabras, pero tenía que decírselo. Ya. Lo susurró rápido: «Herodes ha encarcelado a Juan el Bautista». Leer Más

El divino Cordero

Aquel grito le salió a Juan de lo más profundo del alma. Daba la impresión de que lo había contenido por mucho tiempo, pero que, llegada la hora, cuando Jesús vino adonde él, no había podido aguantar más, como represa vencida por el agua: «¡Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!». Leer Más

«Déjame ahora»

Juan bautiza a Jesús

No. Imposible. Juan el Bautista se resistía a aceptar la petición de Jesús. «¿Qué yo te bautice? Pero si ni siquiera soy digno de llevarte las sandalias. Más bien, deberías tú bautizarme a mí». Juan, seguro de la verdad de sus palabras, pensó que Jesús le daría la razón. Sin embargo, el Señor calló y se lo quedó mirando. Aquella mirada… Leer Más