Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor… Hasta entonces, los discípulos no habían creído en lo que le habían dicho las mujeres: que Jesús había resucitado. Pero ahora, después de verlo, no podían dudar; allí estaban los signos inequívocos de que era Él: las manos agujereadas y el costado abierto por la lanza.
¿Videntes o creyentes?
