El único rey

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A Jesús le costaba respirar. La sangre recorría todo su cuerpo. El dolor que sentía en sus manos y pies era insoportable. Algunos jefes del pueblo, para aumentar su humillación, se burlaban de él: «Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si es verdad que es el Mesías, el elegido». Leer Más

Lo más importante

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Los discípulos tenían viva en sus mentes la imagen de Jesús expulsando a los mercaderes del Templo. Sus palabras se les habían quedado grabadas: «Mi casa será casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones». Pocas veces lo habían visto tan enérgico o, por qué no decirlo, enfadado. Leer Más

¡Aviva el fuego!

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El discípulo no daba crédito a lo que estaba escuchando de labios del propio Jesús: ¿Cómo así que Él no había venido a traer paz, sino división? El Maestro, ciertamente, tenía sus discusiones fuertes con algunos fariseos y escribas, pero nunca había defendido el uso de la violencia ni tampoco había promovido la guerra. ¿Habría cambiado de opinión? Leer Más

Felicidad en juego

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Los discípulos habían oído la parábola de Jesús. El Maestro no podía ser más claro: no debían poner su confianza en los bienes materiales. Ellos comprendían, pero a la vez se interrogaban preocupados: «Y si falta la comida, ¿qué? ¿Y la salud? ¿Y un techo para resguardarse?». Sin embargo, ninguno se atrevía a expresar sus inquietudes. Leer Más

La señal auténtica

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Ana entró en la casa de su amiga Lourdes. Se encontró, justo enfrente, con una pared de la que colgaba un cuadro de la Virgen de Guadalupe y, al lado, un crucifijo de madera hermosísimo. Entonces preguntó a su amiga: «Tu familia es muy católica, ¿verdad?». «Espera y te muestro», le contestó Lourdes. «¿Qué me vas a mostrar? Ya con el cuadro y la cruz me basta para saberlo». «Eso no basta», replicó seriamente Lourdes. Leer Más

El sabor de la eternidad

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Teresa y su hermano Rodrigo se escaparon de la casa. Ninguno de los dos llegaba a los diez años, pero ambos tenían clara su misión: querían ir a una tierra donde los cristianos fueran perseguidos, para morir por Cristo y ganarse rápidamente el Cielo. ¡Niños intrépidos! Para desgracia suya y fortuna nuestra, su tío los encontró antes de conseguir su objetivo. Si no, nos hubiéramos quedado sin conocer a la gran Santa Teresa de Jesús. Leer Más

La mirada de Jesús

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La mujer caminaba despacio, encorvada, apoyándose en un bastón desgastado. Iba medio despeinada y su vestido tenía varios remiendos. De repente, sacó dos moneditas de su bolsillo y las echó en el arca de las ofrendas. Nadie se dio cuenta: ¿quién se fijaría en esa viuda pobre, sucia y achacosa? Nadie se dio cuenta, salvo una persona: Jesús. Leer Más