Los intereses de Dios

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Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos». A Jesús lo rodean publicanos y pecadores. Fariseos y escribas se preguntan: ¿Cómo puede un hombre decir que viene de Dios y a la vez convivir con personas que ofenden a Dios? ¿No es esto una incoherencia?

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Santo celo

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Juan, el discípulo amado, llega a la presencia de Jesús ufanándose de la buena acción —piensa él— que ha realizado: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros». ¡Qué gran celo el de Juan! ¿Quién se atreverá a echarle en cara su deseo de que nadie usurpe el nombre de Jesús?

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Los amigos de Jesús

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Los discípulos escuchaban atentamente a Jesús. El Maestro les hablaba desde el corazón, les expresaba sus más profundos deseos y sus más nobles sentimientos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».

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El mejor testimonio de la historia

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Los comentarios llegaron a los líderes religiosos del pueblo. Las multitudes acudían al desierto para ver, a orillas del río Jordán, a un hombre llamado Juan, que predicaba un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Muchos estaban cautivados con su figura; decían que Juan era el Elías que tenía que venir, el Profeta, e incluso algunos afirmaban que él era el Mesías.

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¿Envidia?

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Jesús escuchaba desde lejos la discusión que tenían los discípulos entre sí. Ellos ni siquiera se habían dado cuenta de la presencia del Maestro. «Cuando Jesús instaure el Reino, yo ocuparé el primer lugar», decía uno, «porque yo fui el primero en seguirlo». «Sí, pero yo he trabajado más que tú», replicaba otro.

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Lo que alegra a Dios

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Aquella tarde Jesús se encontraba en la plaza. En torno a Él se habían reunido personas de toda clase: fariseos bien vestidos y campesinos sudados por la dura jornada; escribas doctos y pescadores analfabetos; publicanos, meretrices y algún que otro extranjero… Todos oían con atención las enseñanzas del Maestro. Leer Más