Tentación, pecado y gracia

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En el primer domingo de Cuaresma, la Iglesia le pide a Dios Padre «progresar en el conocimiento del misterio de Cristo» (I Domingo de Cuaresma, Oración colecta). ¡Qué importante es caer en la cuenta de esto! Si la Cuaresma, con sus distintas prácticas, no nos une más a Cristo, si no nos lleva a conocerlo y amarlo más, entonces será un tiempo desaprovechado.

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En primera persona

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Se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían… Algo disgustó a Jesús del tono de voz de aquellos hombres. Le contaban la noticia dando a entender que si los galileos acabaron de esa forma, se debía seguramente a su condición: serían unos pecadores.

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Éxtasis y silencio

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Cuando se avecinan fuertes luchas espirituales, el Señor nos prepara con su gracia para estar firmes en la batalla. Eso hizo con sus tres discípulos más cercanos, con vistas a la Pasión. En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.

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El arma secreta

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Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Jesús se adentra en el desierto. Va lleno del Espíritu Santo y guiado por el Espíritu Santo. Las batallas contra el diablo no se pueden ganar sin el Espíritu Santo.

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La sed del Mesías

La mujer llegó jadeando al pozo. Era mediodía. El sol resplandecía y calentaba sin clemencia. Para sorpresa de la mujer, un hombre con aspecto cansado se sentaba en el pozo; tenía el rostro bañado en sudor. Ella fingió no haberlo visto, pero él le suplicó: «Dame de beber». Leer Más

Levántate, no temas

Pedro miró a Santiago y a Juan. Ellos, como respuesta, asintieron con la cabeza. Había llegado el momento. Hacía casi dos meses que Jesús había resucitado; había subido a los Cielos quince días atrás y les había enviado el Espíritu Santo. Pedro carraspeó y dijo: «Muchachos, hay algo que deben saber». Leer Más

La gloria que nos espera

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Los discípulos recogían las sobras. Jesús había multiplicado los panes y los peces para más de cinco mil personas y no quería que nada se desperdiciara. Él mismo, después de despedir a la multitud saciada, ayudó a recoger. Estaban cansados, ya era de noche, pero el Maestro se retiró para orar a solas. Los discípulos lo contemplaban. De repente, Jesús se dirigió a ellos y les dijo: «¿Quién dice la gente que soy yo?».

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