A través de la conocida como parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro, Jesús nos ofrece una enseñanza fundamental: no podemos dar la espalda a las necesidades de nuestro prójimo.
Necesitados

A través de la conocida como parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro, Jesús nos ofrece una enseñanza fundamental: no podemos dar la espalda a las necesidades de nuestro prójimo.
Dos hermanos disputan por una herencia. Uno de ellos le pide a Jesús que intervenga en el asunto: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Jesús, sin embargo, se rehusa a hacerlo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?». El Maestro, más bien, aprovecha para enseñar sobre la pobreza espiritual: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Un grupo de fariseos murmuraba sobre Jesús. No podían creer que tanta gente lo siguiera. «¿Sabes que me parece lo peor? —preguntó uno de ellos—. Que algunos de los nuestros lo sigan. ¿Cómo no se dan cuenta de que es un farsante? Amigo de publicanos y prostitutas, borracho y comilón… ¿A qué fariseo le cabe en la cabeza que ese pueda ser el Mesías prometido?». Leer Más
Jesús y los Doce se dirigían a la casa en la que habían sido acogidos. Estaban en una de las aldeas cercanas a Jerusalén. El sol caía: había sido una larga jornada de predicación para el Maestro. Estaba cansado y también sus discípulos: estos caminaban casi arrastrando los pies. Por eso, para animarlos, Jesús les contaba chistes mientras llegaban a su destino.