Jairo, el jefe de la sinagoga, vio que Jesús se encontraba a orillas del Mar de Galilea, rodeado por mucha gente. Apresurado por su angustia, se abrió paso como pudo y cuando llegó al frente de Jesús, se echó a sus pies. Entonces, le rogó: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».
Una fe que da vida
