«En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto…» (Mateo 17, 1). Durante la Cuaresma, Jesús nos invita a cada uno a un lugar apartado, a «un monte alto», para tratar en intimidad con Él, para conocerlo y amarlo más. Allí, estando a solas con el Señor, lo podemos escuchar mejor, nuestro espíritu se alimenta con su Palabra y contemplamos gozosos su gloria (cfr. Oración colecta, II Domingo de Cuaresma).

«Para profundizar nuestro conocimiento del Maestro, para comprender y acoger plenamente el misterio de la salvación divina, realizada en el don total de sí por amor, debemos dejarnos conducir por Él a un lugar desierto y elevado, distanciándonos de las mediocridades y de las vanidades» (Papa Francisco, Mensaje para la Cuaresma 2023).
Cuando vivimos presos de nuestros ajetreos, corremos el riesgo de perder de vista lo esencial, lo más importante. Por eso, «en este tiempo litúrgico el Señor nos toma consigo y nos lleva a un lugar apartado. Aun cuando nuestros compromisos diarios nos obliguen a permanecer allí donde nos encontramos habitualmente, viviendo una cotidianidad a menudo repetitiva y a veces aburrida, en Cuaresma se nos invita a “subir a un monte elevado” junto con Jesús, para vivir con el Pueblo santo de Dios una experiencia particular de ascesis» (Papa Francisco, Mensaje para la Cuaresma 2023).
Puede suceder que, en determinado momento de nuestras vidas, nos hallemos conformes con la situación que hemos alcanzado. Estamos contentos con lo que hemos logrado, nos hallamos cómodos con nosotros mismos y con aquello que nos rodea… Y, de repente, suena la voz de Dios: «Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré…» (Génesis 12, 1).
Dios nos desacomoda. Si el Señor nos desinstala, ciertamente no lo hace por fastidiarnos, sino para sacarnos de nuestra cortedad de miras y de nuestros sueños rastreros, para hacernos magnánimos y ampliar nuestros horizontes. A Abraham le explicó claramente por qué le mandaba marchar de su casa y de su tierra: «Haré de ti una gran nación, te bendeciré, haré famoso tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan, y en ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Génesis 12, 2-3).
El Señor «nos salvó y nos llamó con una vocación santa» (2 Timoteo 1, 9). Jesús nos lleva a «un monte alto» para que, contemplándolo transfigurado, recordemos cuál es el verdadero sentido de nuestro camino. Los cristianos no aspiramos a lograr los bienes pasajeros; deseamos la eternidad. No volamos como aves de corral, si podemos elevarnos como las águilas (cf. San Josemaría, Camino, 7). No buscamos el oro; esperamos la gloria.
LECTURAS DEL II DOMINGO De Cuaresma
Primera lectura | Génesis 12, 1-4a |
Salmo | Salmo 33 (32) |
Segunda lectura | 2 Timoteo 1, 8b-10 |
Evangelio | Mateo17, 1-9 |
PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR
1. ¿Procuro tener espacios para estar a solas con Jesús?
2. ¿Me dejo llevar por el ajetreo? ¿Vivo con agitación mis jornadas?
3. ¿Tengo presente que la meta verdadera es el Cielo, la vida eterna con Dios?
Padre Santo, te pido por favor, me apartes de todo aquello que desfigura mi alma y me lleves a la montaña de tu amor e infinita Misericordia, para ser transfigurado en una creatura nueva según tu Santa Voluntad. Amén
Me gustaMe gusta