En el primer domingo de Cuaresma, la Iglesia le pide a Dios Padre «progresar en el conocimiento del misterio de Cristo» (I Domingo de Cuaresma, Oración colecta). ¡Qué importante es caer en la cuenta de esto! Si la Cuaresma, con sus distintas prácticas, no nos une más a Cristo, si no nos lleva a conocerlo y amarlo más, entonces será un tiempo desaprovechado.

Parte del misterio de Jesucristo es que, al igual que Adán y Eva, fue tentado por el diablo. Nuestros primeros padres cayeron; Jesús, en cambio, venció la tentación. ¿Por qué? ¿Acaso era más difícil resistir a la tentación que el diablo presentó a Adán y Eva que a las tres tentaciones que presentó a Jesús? De ninguna manera. La esencia de toda tentación siempre es la misma: la afirmación de sí mismo que llega hasta el rechazo de Dios. Nos enseña San Juan Pablo II:
«El análisis del pecado en su dimensión originaria indica que, por parte del «padre de la mentira», se dará a lo largo de la historia de la humanidad una constante presión al rechazo de Dios por parte del hombre, hasta llegar al odio: «Amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios», como se expresa San Agustín. El hombre será propenso a ver en Dios ante todo una propia limitación y no la fuente de su liberación y la plenitud del bien»
Encíclica Dominum et vivificantem, n. 38
El pecado original marcó a toda la humanidad e introdujo en la creación esa tendencia a desligarse de Dios, su creador, con la vana expectativa de auto-afirmarse. Así funciona la dinámica de la tentación y del pecado: nos presenta un bien aparente, ofreciendo una falsa seguridad y estabilidad —el dinero, la fama, el poder—, hasta llegar a ocupar el lugar que solo corresponde a Dios. De esta manera, de forma consciente o inconsciente, se llega a rechazar al Señor: o bien se profesa abiertamente el ateísmo o bien se vive como si Dios no existiera (o como si fuera una realidad marginal, poco importante).
“Progresar en el conocimiento del misterio de Cristo”, como reza la oración colecta del primer domingo de Cuaresma, significa entonces comprender y vivir la manera en que Jesús respondió a la tentación de Satanás. «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4, 4); «No tentarás al Señor, tu Dios» (Mateo 4, 7); y «Al Señor, tu Dios, adorarás, y solo a Él darás culto» (Mateo 4, 10). Las tres contestaciones apuntan, en esencia, a la misma dirección: la primacía que Dios debe tener en la vida del ser humano.
Adán y Eva cayeron porque, engañados por el diablo, quisieron ocupar el puesto que corresponde a Dios; Jesucristo venció la tentación porque Él, como verdadero hombre, no quiso usurpar el lugar de su Padre Dios. Si el pecado original supuso la muerte, la obediencia de Cristo supuso la gracia y la vida: «Lo mismo que por un solo delito resultó condena para todos, así también por un acto de justicia resultó justificación y vida para todos. Pues, así como por la obediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos» (Romanos 5, 18-19).
¿Qué se nos propone entonces? San León Magno nos lo dice: el Señor «ha combatido para enseñarnos a combatir en pos de Él. Ha vencido para que nosotros seamos vencedores de la misma manera» (Sermón 39 sobre la Cuaresma).
LECTURAS DEL VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Primera lectura | Génesis 2, 7-9; 3, 1-7 |
Salmo | Salmo 51 (50) |
Segunda lectura | Romanos 5, 12-19 |
Evangelio | Mateo 4, 1-11 |
PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR
1. ¿Ocupa Jesucristo el centro de mi vida? ¿Cuánto conozco y amo a Jesús?
2. ¿Cuáles son mis tentaciones más frecuentes?
3. ¿Estoy apegado en exceso a mi propia opinión o a mi propio parecer? ¿Sé obedecer?
Señor mío, mi Jesús, no permitas que las tentaciones que acechan mi pobre vida, me alejen de tu amor y tu infinita misericordia. Te pido que fortalezcas mi débil y poca fe, para no caer en ellas. Amén.
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Señor Jesús 🙏🙏🙏 en tu infinito Amor te pido me ayudes a vencer todas las tentaciones que se crucen en mi camino. Dame fortaleza y aumenta mi FE.
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