«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló» (Isaías 9, 1). Esta profecía de Isaías se cumple en Jesucristo: Él es la luz grande que nos ilumina. En efecto, Jesús afirma de sí mismo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no camina en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8, 12; cf. Antífona de la comunión, III Domingo del Tiempo ordinario, segunda opción).

La luz del mundo, William Holman Hunt, 1853 (Keble College, Oxford)

Toda la vida de Cristo resplandece por sus palabras y por sus obras. «Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mateo 4, 23). Por este motivo, el cristiano puede cantar con el salmo: «El Señor es mi luz y mi salvación» (Salmo 27 [26], 1). Quien se acerca a Jesucristo queda ciertamente iluminado: «Contemplad al Señor y quedaréis radiantes» (cf. Salmo 34 [33], 6; Antífona de la comunión, III Domingo del Tiempo ordinario, primera opción).

Precisamente porque ha sido iluminado, el cristiano está llamado también a ser luz: «Vosotros sois la luz del mundo» (Mateo 5, 14). En este sentido, San Cirilo de Alejandría comentaba que Jesús «les mandó [a los apóstoles] que fueran como astros que iluminaran con su luz […] a todos los hombres que habitan la tierra entera» (Comentario sobre el Evangelio según San Juan 12, 1). Luz que, al igual que la de Cristo, se refleja en las palabras y en las obras.

Esto es, justamente, la evangelización. Evangelizar es iluminar: ser portadores de la luz de Cristo para los demás. No se trata de convencer a los otros, como dice San Pablo en su Primera carta a los Corintios, «con sabiduría de palabras» (1 Corintios 1, 17), sino de irradiar la luz de Dios con todo nuestro ser: pensamientos, sentimientos, palabras y acciones. A eso nos llama Jesucristo hoy: a ser luz.

A los laicos se les presentan innumerables ocasiones para el ejercicio del apostolado de la evangelización y de la santificación. El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas, realizadas con espíritu sobrenatural, tienen eficacia para atraer a los hombres hacia la fe y hacia Dios, pues dice el Señor: «Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que viendo vuestras buenas obras glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos»

Concilio Vaticano II, Apostolicam actuositatem, n. 6

LECTURAS DEl III Domingo del tiempo Ordinario

Leer

Primera lecturaIsaías  8, 23b – 9,3
SalmoSalmo 27 (26)
Segunda lectura1 Corintios 1, 10-13. 17
EvangelioMateo 4, 12-23

PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR

1. ¿Me dejo iluminar por Jesús? ¿Contemplo al Señor y quedo radiante, como dice el salmo?

2. ¿Mis pensamientos, sentimientos, palabras y acciones iluminan?

3. ¿Cuáles son mis tinieblas interiores y exteriores?

Un comentario en “Evangelizar es iluminar

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