Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».

El hecho de que Zaqueo fuera considerado un pecador público no impidió a Jesús pedirle hospedaje en su casa. Al hacerlo, el Señor no legitimaba las malas acciones que había realizado Zaqueo. Con este gesto de cercanía, más bien, Jesús buscaba que Zaqueo cambiara de vida.
«El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas» (Salmo 144, 8-9). Nunca debemos dudar de la misericordia de Dios: Él siempre está dispuesto a perdonar.
Sin embargo, tampoco debemos olvidar que la misericordia de Dios siempre busca el cambio de vida en el pecador y de ninguna manera justifica las acciones pecaminosas: «Te compadeces de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan […] Tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida. Pues tu soplo incorruptible está en todas ellas. Por eso corriges poco a poco a los que caen, los reprendes y les recuerdas su pecado, para que, apartándose del mal, crean en ti, Señor» (Sabiduría 11, 23.26 — 12, 2).
La experiencia de la misericordia de Jesús no dejó insensible a Zaqueo. El auténtico arrepentimiento lleva a la enmienda: a reparar los daños ocasionados por nuestras malas acciones. Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
LECTURAS DEL XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Primera lectura | Sabiduría 11, 22 – 12, 2 |
Salmo | Salmo 145 (144) |
Segunda lectura | 2 Tesalonicenses 1, 11 – 2, 2 |
Evangelio | Lucas 19, 1-10 |
PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR
1. ¿Comprendo por qué Dios es misericordioso?
2. ¿Soy consciente de que la confesión sacramental supone una oportunidad para mi conversión?
3. ¿Procuro reparar el daño que se ha seguido de mis malas acciones?
Señor Jesús gracias por mirarme de abajo hacia arriba y aceptarme con mis miserias y problemas.
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