El mensaje del Evangelio es para todos. Jesús no envía a los apóstoles a un grupo selecto de personas, sino que los manda evangelizar el mundo entero: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio» (Marcos 16, 15). En efecto, Dios «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Timoteo 2, 4).

La salvación que Dios quiere para todos viene a través de Jesucristo. El mismo Jesús lo afirma: «Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida; nadie va al Padre sino por mí». Por eso, podemos decir que hay «un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús» (1 Timoteo 2, 5). «No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos» (Hechos 4, 12).
Cuando aquel hombre le preguntó a Jesús «¿Son pocos los que se salvan?», el Señor le respondió: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha…». ¿Cuál es esa “puerta estrecha”? ¡Cristo mismo! Jesucristo es la puerta estrecha. En el Evangelio según San Juan vemos que él mismo afirma: «Yo soy la puerta» (Juan 10, 9).
¿Y cómo se entra a través de la puerta que es Cristo? «Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”. Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. Pero él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”».
¡No basta con un conocimiento superficial de Jesús! No basta haber “comido y bebido” con Él, ni saber lo que Él ha enseñado. Entrar por la puerta estrecha que es Cristo significa identificarse vitalmente con Él, convencidos de lo que decía San Juan Bautista: «Es necesario que Él crezca y que yo disminuya» (Juan 3, 30); hasta el punto que podamos exclamar: «¡Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí!» (Gálatas 2, 20).
La identificación con Jesucristo implica cuatro aspectos.
- 1) La profesión de fe, que supone que nuestra inteligencia se adhiere a las verdades reveladas por Dios;
- 2) La vida sacramental: Dios nos configura con Él a través de Su acción en los sacramentos —tanto en aquellos que se reciben una vez, como el Bautismo y la Confirmación, como en aquellos que podemos recibir con frecuencia, como la Confesión y la Eucaristía—;
- 3) La vida moral: nuestro obrar responde a los designios de Dios para el hombre y para el mundo, de tal modo que nuestras acciones traslucen al mismo Jesucristo;
- 4) La vida de oración: en el trato íntimo de amistad con el Señor nuestros pensamientos, deseos y afectos se van configurando con los del mismo Cristo.
¡Entremos por la puerta estrecha! Profesemos nuestra fe y proclamémosla con valentía; celebremos los sacramentos con piedad y fidelidad; vivamos desprendiendo el buen olor de Cristo; y no nos cansemos nunca de contemplarlo a Él.
LECTURAS DEL XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Primera lectura | Isaías 66, 18-21 |
Salmo | Salmo 117 (116) |
Segunda lectura | Hebreos 12, 5-7. 11-13 |
Evangelio | Lucas 13, 22-30 |
PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR
1. ¿Conozco bien mi fe? ¿He leído o estudiado el Catecismo de la Iglesia Católica?
2. ¿Participo frecuente y activamente en los sacramentos?
3. ¿Llevo una vida coherente con el mensaje del Evangelio predicado por Jesús?
4. ¿Cuánto tiempo de mi jornada dedico a la oración?
Señor Jesús quiero entrar por la puerta estrecha agarrada de tu mano guíame a mi y mi familia.
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