Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
Como aquel discípulo, hoy también nosotros le pedimos al Señor que nos enseñe a orar.

La Oración en el huerto, Giulio Cesare Procaccini, 1616-1620 (Museo del Prado)

Jesús les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».

El Padrenuestro es la gran escuela para aprender a rezar. Santo Tomás de Aquino afirma que

es la más perfecta de las oraciones… En ella, no solo pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino además según el orden en que conviene desearlo. De modo que esta oración no solo nos enseña a pedir, sino que también forma toda nuestra afectividad.

En la escuela del Padrenuestro, Jesús no se limita a darnos una fórmula para repetir. A través de esta oración —de sus peticiones—, el Señor forma en nosotros el auténtico corazón orante. Estos corazones, esculpidos por Jesucristo, aprenden a dirigirse a Dios no tanto para que Él haga lo que ellos quieren, sino para hacer lo que Él quiere. Por eso, no extraña que su oración sea siempre eficaz: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.

«Hemos recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abbá, Padre!»» (Romanos 8, 15). Este es el gran Don que Dios da a quien le pide: se da a Sí mismo, da el Espíritu Santo. Este Espíritu, que recibimos en el Bautismo, es el que nos permite dirigirnos a Dios como Padre, porque nos ha hecho hijos de Dios.

Se trata, por tanto, de un «círculo virtuoso»: Dios nos regala el Espíritu Santo en el bautismo, y ese Espíritu nos lleva a hablarle y a pedirle a Dios como Padre, que a su vez nos responde regalándonos una mayor presencia de su Espíritu: «¿Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?». El hombre de oración, el hombre espiritual, es el hombre del Espíritu Santo, que se sabe y se siente hijo de Dios.

El mismo Espíritu Santo nos enseña las maneras de orar. Además de la oración de petición, el Catecismo de la Iglesia Católica nos indica que existen otras formas de oración: la bendición, que es la respuesta del hombre a los dones de Dios; la adoración, por la que el hombre se reconoce criatura ante su Creador; la oración de intercesión, que es pedir en favor de otro, como lo hizo Abraham por Sodoma y Gomorra; la oración de acción de gracias, como rezamos en el Salmo: «Te doy gracias, Señor, de todo corazón… Daré gracias a tu nombre» (137, 1-2); y la alabanza, que da gloria a Dios, no por lo que Él hace, sino por quien Él es: el Padre, nuestro Padre, «del cual proceden todas las cosas y por el cual somos nosotros» (1 Corintios 8, 6).

LECTURAS DEL XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Leer

Primera lecturaGénesis 18, 20-32
SalmoSalmo 138 (137)
Segunda lecturaColosenses 2, 12-14
EvangelioLucas 11, 1-13

PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR

1. ¿Tengo deseos de ser persona de oración? ¿Cuánto tiempo dedico al día para estar a solas con Dios?

2. ¿Pido ayuda al Espíritu Santo para rezar y vivir como hijo de Dios?

3. ¿En cuál de las formas de oración puedo crecer?

4. ¿He leído lo que enseña el Catecismo de la Iglesia Católica sobre la oración?

Un comentario en “Escuela de oración

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