Una de las virtudes que destaca la Sagrada Escritura es la hospitalidad. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento nos dan ejemplos de ello: Abraham acogió a los tres personajes misteriosos que se le aparecieron junto a la encina de Mambré (Génesis 18, 1-3); Marta y María recibieron a Jesucristo en su casa: En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa

Jesús en casa de Marta y María, Juan Antonio Vera y Calvo, c. 1858 (Museo del Prado)

El autor de la Carta a los hebreos invita a practicar esta virtud: «No olvidéis la hospitalidad, gracias a la cual algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles» (Hebreos 13, 2). El mismo Jesucristo, al recoger en el elenco de las obras de misericordia corporales «dar posada al peregrino», elogia en cierto modo la hospitalidad. Ahora bien, ¿cómo es la hospitalidad que Dios espera de nosotros?

Marta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios… Ambas hermanas, Marta y María, viven la hospitalidad con Jesucristo, pero no de la misma manera. María está tranquila, «sentada»; Marta «andaba muy afanada». María se encuentra «junto a los pies del Señor»; Marta iba de un lugar a otro. María «escuchaba» la palabra de Jesús; Marta se queja ante Él: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».

La respuesta de Jesús da a entender quién es, para Él, el buen anfitrión: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada». Jesús no le reprocha a Marta haberse dedicado a las labores de servicio, sino el estar inquieta y preocupada con muchas cosas, cuando solo una es necesaria. El buen anfitrión —aquel que vive plenamente la virtud de la hospitalidad— no es el que «hace muchas cosas» para agasajar a su invitado, sino el que lo atiende en lo esencial y necesario. A veces, nos fijamos más en la «cantidad» y nos dejamos deslumbrar por ella, cuando lo que importa es el tiempo de calidad que damos o recibimos.

Jesús no quería para Él tantos servicios externos, sino ser escuchado por Marta y María. «Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia» (cf. Lucas 8, 15). Quien acoge y vive la Palabra de Dios será, a su vez, acogido y agasajado en las moradas eternas.

«Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo? El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo, ni difama al vecino. El que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor. El que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que así obra nunca fallará» (Salmo 14, 1-5).

LECTURAS DEL XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Leer

Primera lecturaGénesis 18, 1-10a
SalmoSalmo 15 (14)
Segunda lecturaColosenses 1, 24-28
EvangelioLucas 10, 38-42

PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR

1. ¿Soy una persona acogedora?

2. ¿Dedico tiempo de calidad a las personas que conviven conmigo?

3. ¿Quiero habitar en las moradas eternas del Cielo?

2 comentarios en “Hospitalidad

  1. Espíritu Santo de Dios, inspira nuestro corazón, todo lo que sea necesario para vivir y servir, según tu Santa Voluntad. Ayúdanos Señor 🙏 a servirte como tú lo deseas, no para que nos vean los otros, sino para poder siempre agradarte a ti mi Señor y mi Dios, que eres y serás 🙏 la Mejor Opción. 🙌

    Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s