Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén Jesús, aún cuando era consciente de las implicaciones de su misión, no huyó de ella. Se dirige con firme determinación hacia Jerusalén, donde tendrá lugar su Pasión, Muerte y Resurrección.

Jesús y la samaritana en el pozo, Il Guercino, c. 1640-1641 (Museo Thyssen-Bornemisza)

I. Confianza, sin improvisaciones

Al emprender su camino, Jesús envió mensajeros por delante...El Señor vive confiado en las manos de su Padre, pero no por eso deja las cosas a la improvisación. Los mensajeros que envía por delante tienen la misión de preparar su llegada: que todo esté listo de modo que, cuando Jesús arribe, pueda ser recibido con la mayor disponibilidad posible.

II. Sin lugar para el odio

No tarda, sin embargo, en aparecer la primera adversidad. De camino entraron en una aldea de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Las personas de Samaría no se llevaban bien con los de Jerusalén; por eso, no estaban dispuestos a ser hospitalarios con quien tenía por objetivo llegar a la Ciudad Santa.

Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?». Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. ¡Con cuánta razón se indignaban Santiago y Juan! ¿Cómo podían los samaritanos negarle alojamiento al Rey del Universo? ¡Tontos samaritanos! No obstante, Jesús les reprueba esa actitud: el desprecio recibido no podía ser respondido con odio. Otras personas más generosas ya los recibirían en otra aldea.

III. Desprendimiento y libertad

Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera y los pájaros, nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza». La persona de Jesucristo, sin duda, genera entusiasmo y atracción, pero no hay que ser ingenuos: enamorarse de Jesucristo y seguirlo no ahorra las dificultades de la vida. Más aún, no pocas veces implica desprenderse hasta de las comodidades más básicas.

¡Y qué libertad garantiza este desprendimiento! A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia». Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios».

LECTURAS DEl XIII Domingo del Tiempo Ordinario

Leer

Primera lectura1 Reyes 19, 16b. 19-21
SalmoSalmo 16 (15)
Segunda lecturaGálatas 5, 1. 13-18
EvangelioLucas 9, 51-62

PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR

1. ¿Me adhiero con determinada determinación, como decía Santa Teresa, a la Voluntad de Dios?

2. ¿Vivo la caridad y la comprensión con aquellos que piensan de forma contraria a mí?

3. ¿Estoy dispuesto a renunciar a todo por seguir a Jesucristo?

Un comentario en “Sígueme

  1. Padre Santo, te doy infinitas gracias porque cada día Tú nos llamas para que te sigamos por ese Camino, que aunque parezca muy difícil nos ha de llevar a la salvación agarrados de tu Mano. Aparta de nosotros toda disculpa que nos impida, seguirte para servirte como tú quieres que te sirvamos.

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