Cuando se avecinan fuertes luchas espirituales, el Señor nos prepara con su gracia para estar firmes en la batalla. Eso hizo con sus tres discípulos más cercanos, con vistas a la Pasión. En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.

La Transfiguración de Jesús, Carl Bloch, 1872

De repente, dos hombres conversaban con Él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.

Pedro, Juan, Santiago… tú y yo. Nos proponemos rezar, sí, pero nos «caemos de sueño»: a veces, literalmente; otras, porque nos dejamos vencer por el sueño de la pereza. Esta vez, sin embargo, Jesús nos ayuda a despertar: nos permite ver su gloria y atisbamos lo que será la felicidad eterna. Cuando oramos, podemos experimentar por anticipado el gozo del Cielo.

Al ver que Moisés y Elías ya se alejaban de Jesús, Pedro le dice al Señor: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». El evangelio afirma que Pedro no sabía lo que decía. Estaba extasiado: tan gozosa era la experiencia, que Pedro no quería dejarla escapar; incluso se había olvidado de sí mismo y de sus dos compañeros.

Entonces, llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».

La nube los cubrió con su sombra… ¡La nube refiere al Espíritu Santo! ¿Acaso no nos dice el mismo Evangelio que el mismo Espíritu «cubrió con su sombra» a la Virgen María? Y la voz es la del Padre, que pide que escuchemos al Hijo. Las tres Personas divinas se manifiestan a Pedro, Santiago y Juan. Una gracia tan grande implica una misión no menos grande: acompañar a Jesús en su agonía en el Huerto y ser columnas de la Iglesia.

Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto. No hay mejor manera de madurar las gracias de Dios que en el silencio de la oración.

Quien ha comprendido las palabras del Señor comprende su silencio, porque al Señor se le conoce en su silencio

San Ignacio de Antioquía

LECTURAS DEL II DOMINGO DE CUARESMA

Leer

Primera lecturaGénesis 15, 5-12. 17-18
SalmoSalmo 27 (26)
Segunda lecturaFilipenses 3, 17 – 4, 1
EvangelioLucas 9, 28b-36

PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR

1. ¿Tengo previsto dedicar un tiempo de mi jornada para orar? ¿Lo descuido?

2. ¿Cuáles son las gracias de Dios que he recibido en mi vida? ¿Qué misión han supuesto para mí?

3. ¿Valoro el silencio? ¿Cultivo «tiempos de silencio»: sin música, sin redes sociales…?

2 comentarios en “Éxtasis y silencio

  1. Jesús nos habla cada día en medio del silencio, nosotros por encontrarnos en el bullicio del mundo muchas veces no escuchamos su voz, quizás en varias oportunidades se nos transfigura y no nos damos cuenta. Hoy te pido Jesús que me ayudes a vivir en silencio para poder siempre estar presta a escuchar tu voz y revestirme con tu Espíritu.

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    1. Padre Santo, la Adoración sea para Ti Dios 🙏 Uno y Trino. Tú Santa Voluntad es, que nos dejemos transfigurar de la Luz de tu Santo Espíritu, para poder escuchar en el silencio de la oración, la voz de nuestro Señor Jesucristo, y dejarnos invadir de tu Divina Gracia. 🙏

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