María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel… ¿Por qué vas tan de prisa, Virgen María, a casa de Isabel? Has sido tú la elegida, no ella, como Madre del Señor. ¿No eres tú la que ha de ser servida?

La Visitación, Francisco Rizi, c. 1663 (Museo del Prado)

«No —diría María—, así no piensa el Amor. Si Dios se ha hecho hombre por amor a los hombres, ¿no se hará su Madre sierva de quienes tanto ama el Señor? Si algún honor deseo, sea este amar como ama Dios. Isabel me necesita y con ella deseo estar yo».

Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre… Cuando Juan todavía no puede ser la «voz que clama en el desierto», esa voz es María. La Palabra de Dios, encarnada en el vientre de la Virgen, habla por su boca y Juan, que será su voz, lo reconoce y salta de alegría. El Santísimo purifica por medio de la voz de la Inmaculada al Precursor.

Se llenó Isabel del Espíritu Santo —el saludo de la «llena de gracia» llena a Isabel del Autor de la gracia— y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!…». ¡Bendita tú, la más excelsa de las mujeres! ¡Bendita tú, porque el Bendito se ha alojado en tu seno! «¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?…». No soy digna, quiere decir Isabel, de que me visite la mujer a quien Dios escogió por Madre, la mujer que, en su humildad, ha creído en la Palabra del Señor.

«En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre…». ¡Ha sido tu voz, María! En tu voz, Juan ha escuchado al Señor, al Mesías, a quien él señalará. Se han inaugurado los tiempos mesiánicos, tiempos de paz y de alegría, para todos los que, a ejemplo tuyo, acogen con fe la Palabra de Dios.

¡Sí, María! Tú eres dichosa por haber tenido fe: «Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». Mujer bendita, Madre del Señor, voz del Mesías, alma de fe: gracias a ti, Dios está con nosotros.

LECTURAS DEL IV DOMINGO DE ADVIENTO

Leer

Primera lecturaMiqueas 5, 1-4a
SalmoSalmo 80 (79)
Segunda lecturaHebreos 10, 5-10
EvangelioLucas 1, 39-45

PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR

1. ¿Qué actos de caridad tengo con mi familia? ¿Con mis amigos y compañeros de trabajo? ¿Con los más necesitados?

2. ¿Qué significa la Virgen María para mí?

3. ¿Rezo con frecuencia el Santo Rosario? ¿Cómo podría rezarlo con más devoción?

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