Imperio Romano. Año decimoquinto del emperador Tiberio. Gobernador de Judea: Poncio Pilato. Tetrarca de Galilea: Herodes; tetrarca de Iturea y Traconítide: Felipe, hermano de Herodes; tetrarca de Abilene: Lisanio. Sumos sacerdotes: Anás y Caifás. La Palabra de Dios se fija y viene sobre un hombre que vive en el desierto: Juan, hijo de Zacarías.

Predicación de San Juan Bautista, Domenico Ghirlandaio, 1486-1490 (Capilla Tornabuoni, Florencia)

La Palabra de Dios impulsa a Juan a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados. Juan invita a quienes están cautivos por el pecado a prepararse para recibir la salvación de Dios. Él es de quien había escrito el profeta Isaías: «Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados, lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda carne verá la salvación de Dios».

El profeta Baruc había escrito algo semejante: «Dios ha mandado rebajarse a todos los montes elevados y a todas las colinas encumbradas; ha mandado rellenarse a los barrancos hasta hacer que el suelo se nivele, para que Israel camine seguro, guiado por la gloria de Dios».

¿Cómo podrán rebajarse las colinas encumbradas y rellenarse los barrancos? Por la caridad. Sí, la caridad —el amor a Dios y a los demás por Dios— es la que rebaja los montes de nuestra soberbia y rellena los valles de nuestras miserias. Vivir la caridad es la mejor manera de preparar el camino del Señor.

Es una invitación continua: «Que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia» (Filipenses 1, 9-11). Un deseo manifiesto: «Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos […]; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos» (1 Tesalonicenses 3, 12-13). Porque, en Jesucristo, el Padre «nos eligió, antes de la creación del mundo para que fuéramos santos y sin mancha en su presencia, por el amor» (Efesios 1, 4).

LECTURAS DEL II DOMINGO DE ADVIENTO

Leer

Primera lecturaBaruc 5, 1-9
SalmoSalmo 126 (125)
Segunda lecturaFilipenses 1, 4-6. 8-11
EvangelioLucas 3, 1-6

PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR

1. Dios se fijó no en los grandes del mundo, sino en un hombre que vivía en el desierto. ¿Me doy cuenta de que, delante de Dios, no se trata de presumir? ¿Sé fijarme y vivir yo mismo en lo pequeño y falto de vistosidad?

2. ¿Me estoy preparando para recibir a Jesucristo que viene?

3. ¿De qué maneras puedo hacer vida el amor a Dios y a los demás en las circunstancias que vivo actualmente?

Un comentario en “Prepara el camino del Señor

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