Los discípulos escuchaban con cierto sobrecogimiento las palabras de Jesús: «En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán…». El tono apocalíptico del discurso les indicaba a los discípulos cuál era la intención del Señor: hablarles sobre la renovación del mundo presente, sobre la revelación definitiva de Dios Salvador.

El Juicio Final, Fra Angélico, 1435-1440 (Gemäldegalerie, Berlín)

«Verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo…». Hasta ahora, Jesús, el Hijo del hombre, semejante en todo a los hombres, menos en el pecado (cf. Hebreos 2, 17), ha dado a los discípulos señales de su divinidad, pero al final de los tiempos su condición divina se manifestará en plenitud, «con gran poder y gloria». Y los ángeles de Dios, enteramente a su servicio, congregarán en su nombre a «sus elegidos»: a aquellos que, por la fe en Él, han sido bautizados a lo largo y ancho del planeta, para constituir por Él, con Él y en Él, «un nuevo cielo y una nueva tierra» (Apocalipsis 21, 1).

En la mente de los discípulos surge, casi por la fuerza, una pregunta fundamental: «¿Cuándo? ¿En qué momento se dará esto?». «Aprended de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre».

En su sabiduría divina, Jesús revela a sus discípulos qué sucederá al final de los tiempos, pero no cuándo. No los deja, sin embargo, en la ignorancia absoluta. Les advierte que, mediante los «signos de los tiempos», ellos podrán discernir «que Él está cerca». Más aún, asegura a todos los discípulos —a los que le oyen directamente y a los que creerán en Él a lo largo de los tiempos— que «no pasará generación sin que todo suceda»: sus Palabras son permanentes.

No habrá momento de la historia en que los hombres no sean llamados por Dios para reunirse con Él en los nuevos cielos y en la nueva tierra: «Estad despiertos en todo tiempo, pidiendo manteneros en pie ante el Hijo del hombre» (Lucas 21, 36). Por eso, no se trata de curiosear sobre el futuro —sobre cuándo será el «apocalipsis»: eso «solo el Padre» lo sabe—, sino de responder al llamado de Dios hoy. Ahora.

LECTURAS DEL XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Leer

Primera lecturaDaniel 12, 1-3
SalmoSalmo 16 (15)
Segunda lecturaHebreos 10, 11-14. 18
EvangelioMarcos 13, 24-32

PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR

1. ¿Comprendo lo que significa que la Misa es «el cielo en la tierra»? ¿Cómo vivo la Santa Misa?

2. «Mis palabras no pasarán…». ¿Con qué frecuencia leo la Sagrada Escritura?

3. ¿Me dejo llevar por la curiosidad sobre el futuro (consulto el horóscopo o cosas similares)? ¿Me preocupo de mi conversión en el presente?

Un comentario en “Apocalipsis: ahora

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