Se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir»… Los dos apóstoles le hablan a Jesús con toda franqueza. Hay algo que desean y piensan que el Señor se lo puede otorgar, así que se lo expresan sin disimulo. Él les pregunta: «¿Qué queréis que haga por vosotros?».

Cristo en la Gloria, Giovanni Battista Gauli

Santiago y Juan se miran entre sí antes de responder. Ya habían acordado lo que pedirían, así que contestaron:
«Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda»
. Los diez apóstoles restantes fulminaron con la mirada a los dos hermanos: ¿Cómo se atrevían a solicitar ese privilegio? ¿Quiénes se creían los hijos de Zebedeo para situarse por encima de los demás? Quizá no lo admitieran, pero la envidia les carcomía el corazón.

Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís…». Santiago y Juan (y los demás apóstoles) no esperaban esa respuesta. Para ellos estaba claro lo que querían: un puesto de honor junto al Maestro cuando llegase la gloria del Reino anunciado por Él… ¡Claro que sabían lo que pedían! Y estaban dispuestos a lo que fuera necesario para obtenerlo. Por eso, cuando el Señor les pregunta si podrán beber del cáliz que Él ha de beber, o bautizarse con el bautismo con que Él se bautizará, le responden firmemente: «¡Podemos!».

Pero lo cierto es que Santiago y Juan no saben lo que piden. Y no saben no porque desconozcan lo que supone su petición; no saben, más bien, porque ignoran lo que significa realmente la gloria de Dios. Ellos —y los demás apóstoles— han pensado en honores y en éxito, en poder y en seguridad… ¡bienes traicioneros y sin fundamento! «Vanidad de vanidades, todo es vanidad» (Qo 1, 2). ¿Tiene sentido querer más los bienes que Dios puede dar que al Dios que da todo los bienes?

El Señor ayuda a sus discípulos a rectificar sus intenciones. Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y seréis bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado». ¡Dejad que Dios obre! ¡Poned vuestra esperanza en Él! «Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti» (Salmo 33, 22).

Jesús da la clave a sus apóstoles para identificar una voluntad recta: el abandono en Dios y la disposición a servir a los demás. «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos».

LECTURAS DEL XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Leer

Primera lecturaIsaías 53, 10-11
SalmoSalmo 33 (32)
Segunda lecturaHebreos 4, 14-16
EvangelioMarcos 10, 35-45

PREGUNTAS PARA MEDITAR Y ORAR

1. ¿Hablo con franqueza y sinceridad?

2. ¿Qué cosas pido al Señor en mi oración? ¿Me abandono en sus manos?

3. ¿Vivo centrado en mis cosas y mis intereses? ¿De qué modos sirvo a los demás?

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