Jesús oía el murmullo de la multitud que lo rodeaba. Desde que había afirmado que Él era el pan bajado del cielo, varios de los que lo escuchaban comenzaron a hacer gestos de desaprobación. Comentaban entre sí: «¿Cómo puede decir este que ha bajado del cielo? ¿Acaso no es el hijo de José? Conocemos a su padre y a su madre».

Disputa del Sacramento, Rafael Sanzio, 1508-1511 (Museos Vaticanos)

Al ver que algunos se marchaban, Jesús tomó la palabra: «Si queréis llegar a creer, no murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a mí si mi Padre no lo atrae. Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. En cambio, quien se fía más de lo que dicen los hombres que de la Palabra de Dios, ese no viene a mí».

Uno de la multitud le respondió: «Es más fácil fiarse de quien vemos con nuestros ojos y oímos con nuestros oídos. A Dios nadie lo ha visto». Jesús le respondió: «Tienes razón al decir que nadie ha visto al Padre. Pero en verdad te digo: aquel que ha venido de Dios, ese ha visto al Padre. Y a ese sí que lo puedes ver y escuchar, porque con Él hablas».

«Tus palabras son confusas —replicó el hombre—. ¿Cómo puede ser que digas que nadie va a ti si el Padre no lo atrae, pero a la vez afirmes que solo tú ves al Padre?». Jesús contestó: «Amigo, el problema no es que vosotros no veáis al Padre; el problema es que no creéis ni al Padre ni a mí. Y no creéis porque vuestro único horizonte es la vida presente, la vida que perece, la vida que —al menos así pensáis— está en vuestras manos y podéis controlar. Quien viene a mí, en cambio, no morirá para siempre: yo le resucitaré el último día. En verdad os digo que el que cree tiene vida eterna».

» Os lo repito: Yo soy el pan de vida, pero no de cualquier vida, sino de la vida eterna. No soy pan como el maná que vuestros padres comieron en el desierto y luego murieron. No, quien come del pan que baja del cielo, no muere, sino que vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Lecturas del XIX Domingo del Tiempo Ordinario

Leer

Primera lectura1 Reyes 19, 4-8
SalmoSalmo 35 (34)
Segunda lecturaEfesios 4, 30 — 5, 2
EvangelioJuan 6, 41-51

Preguntas para meditar y orar

1. ¿Qué significa la muerte para mí? Como cristiano, ¿cuál ha de ser mi actitud ante ella?

2. ¿Confío en Dios? ¿Cuestiono sus planes y su Providencia?

3. ¿Alimento la vida eterna que hay en mí con la comunión eucarística? ¿Con qué frecuencia?


Un comentario en “Horizonte de vida

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