Corazón de pastor

Después de predicar en las aldeas a las que Jesús los había enviado, los apóstoles volvieron a reunirse con Él. Uno tras otro, le contaron a Jesús todo lo que habían hecho y enseñado. El Maestro los escuchaba complacido, con una sonrisa, que de vez en cuando desaparecía cuando le hablaban de algún enfermo o endemoniado con que se habían encontrado.

Cristo joven como Buen Pastor, Bartolomé Esteban Murillo (Museum of Fine Arts, Boston)

Al terminar los apóstoles sus relatos, Jesús les dijo: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco». A Jesús no se le ocultaba el cansancio de sus discípulos; sabía que los caminos resultaban agotadores y que de vez en cuando no habían tenido tiempo ni para comer. Se montaron entonces en una barca, en busca de un lugar tranquilo.

Sin embargo, muchas personas los vieron marcharse. La multitud, entusiasmada por las enseñanzas y las obras de Jesús y de sus apóstoles, siguió el camino de la barca desde tierra y se adelantaron al sitio donde intuyeron que desembarcarían. Cuando divisaron a la gente desde la barca, los apóstoles estuvieron tentados de cambiar de rumbo, pero Jesús fue más rápido y dijo: «Me duele toda esta gente, porque andan como ovejas sin pastor… ¡Ánimo, muchachos! Ya tendremos tiempo para descansar».

Al desembarcar, Jesús se puso a enseñarles muchas cosas a la multitud.