Jesús fue a su ciudad acompañado por sus discípulos. El Maestro les mostró con gran entusiasmo los rincones de Nazaret que recordaba con más cariño de su infancia y juventud: los lugares donde jugaba con los otros niños, las casas de sus amigos, su propia casa, el taller donde había trabajado con su padre José…

Cuando llegó el sábado, Jesús empezó a enseñar en la sinagoga. Los nazarenos que lo oían quedaban asombrados, e incluso algunos se escandalizaban; les parecía inadmisible que aquel que habían conocido como un humilde carpintero se atreviera ahora a enseñar en la sinagoga. Muchos se preguntaban: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».

Jesús, decepcionado, les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». Por la falta de fe de sus paisanos, el Señor no pudo hacer en su tierra ningún milagro, salvo curar algunos enfermos, a los que impuso las manos.

Tras marcharse de Nazaret, comenzó a recorrer los pueblos de alrededor enseñando.

Lecturas del XIV Domingo del Tiempo Ordinario

Primera lectura	Ezequiel 2, 2-5
Salmo	Salmo 123 (122)
Segunda lectura	2 Corintios 12, 7-10
Evangelio	Marcos 6, 1-6

Ecos de la Palabra de Dios

«No desprecian a un profeta más que en su tierra…»	Salmo 118 (117), 22-24 (leer).
«Curó algunos enfermos imponiéndoles las manos»	Hechos 28, 7-9 (leer).
«Se admiraba de su falta de fe»	Jeremías 7, 23-28 (leer).

Preguntas para meditar y orar

1. ¿Qué tanta familiaridad tengo con Jesús? ¿Conozco bien su vida?

2. ¿Qué puntos de las enseñanzas de Jesús me cuesta admitir? ¿Le pido que aumente mi fe?

3. ¿Contribuyo a que de mis ambientes (familia, parroquia, barrio…) salgan vocaciones sacerdotales?