Cleofás y el otro discípulo llegan a Jerusalén con la noche ya muy avanzada. Van adonde saben que están los apóstoles y, para su sorpresa, los encuentran despiertos. El que les abre la puerta les dice con efusión: «¡Es verdad lo que decían las mujeres! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!».

Los dos recién llegados sienten un fuerte calor en el pecho, el mismo que habían sentido horas atrás cuando Jesús Resucitado se les apareció en el camino. Emocionado, Cleofás cuenta lo que les ha pasado a él y al otro discípulo mientras iban hacia Emaús: que Jesús les había salido a su encuentro, les había explicado las Escrituras y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Mientras Cleofás narra estas cosas, Jesús se presenta en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Ellos, aterrorizados, creen que se trata de un espíritu. Jesús los cuestiona: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les muestras las manos y los pies.
Los corazones de los discípulos fluctúan entre la alegría y el asombro. Como no acaban de creer, Jesús les pregunta: «¿Tenéis ahí algo de comer?». Uno de ellos le ofrece un trozo de pez asado. Él lo toma y empieza a comer delante de ellos. Les dice: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Los apóstoles comienzan a sentir el ardor en el pecho que habían sentido Cleofás y el otro discípulo. Jesús les abre entonces el entendimiento para comprender las Escrituras y les dice: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».
Yo, por mi parte, sé muy bien y en ello pongo mi fe que, después de su resurrección, permaneció el Señor en su carne. Y así, cuando se presentó a Pedro y a sus compañeros, les dijo: «Tocadme, palpadme y comprended que no soy un espíritu incorpóreo». Y al punto le tocaron y creyeron, quedando persuadidos de su carne y de su espíritu
San Ignacio de Antioquía
Lecturas del III Domingo de Pascua
Primera lectura | Hechos de los Apóstoles 3, 12-15. 17-19. |
Salmo responsorial | Salmo 4, 2. 4. 7. 9. |
Segunda lectura | 1 Juan 2, 1-5 |
Evangelio | Lucas 24, 35-48 |
Ecos de la Palabra de Dios
Eco del Evangelio: 1 Corintios 15, 3-8 (leer).
Eco del Evangelio: Hechos de los Apóstoles 10, 37-42 (leer).
Eco de la primera lectura: Éxodo 3, 15 (leer).
Preguntas para meditar y orar
1. Cleofás y el otro discípulo reconocieron a Jesús «al partir el pan». ¿Cómo es mi fe en la Eucaristía?
2. Las Escrituras hablan de Jesús. ¿Leo y medito diariamente la Biblia?
3. ¿Creo en la resurrección de la carne? ¿Valoro el cuerpo como una realidad sagrada?