Desde la barca, Jesús se dirigía a la multitud que lo escuchaba a orillas del Mar de Galilea. El Maestro observaba con atención el rostro de los oyentes. Una mujer, con los ojos bien abiertos, asentía a cada una de sus frases, mientras que, al lado, su marido bostezaba sin disimulo. Una chica, irritada, tenía el ceño fruncido; su hermana, en cambio, miraba perdida hacia el horizonte. Un joven enamoradizo no quitaba la vista de las dos hermanas; un amigo suyo atendía concentrado el discurso del Señor.   

Parábola del sembrador (Septiembre), Marten van Valckenborch (Kunsthistorisches Museum)

Jesús vio que era el momento apropiado, alzó la voz y dijo: «Oíd todos esta parábola: Salió el sembrador a sembrar. Unas semillas cayeron en el camino, vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, brotaron enseguida, pero al salir el sol se secaron, por no tener raíces profundas. Otras cayeron entre abrojos y cuando estos crecieron las ahogaron. Finalmente, algunas semillas cayeron en tierra buena y dieron fruto. El que tenga oídos que oiga».

Al que tiene se le dará y le sobrará

«Mujer, yo no tengo oídos para más —dijo el hombre del bostezo a su esposa—. Ya te acompañaré otro día». Junto con el hombre, algunos otros comenzaron a marcharse. El joven enamoradizo sonrió complacido al ver que las hermanas se quedaban; en realidad, no le había prestado mucha atención a la parábola: todo el tiempo estuvo pensando qué haría para llamar la atención de aquellas chicas tan guapas. Le gustaba más la de la mirada perdida, que había escuchado la mitad de la parábola, pero que luego había vuelto a su ensimismamiento. Su hermana, por el contrario, se había concentrado en lo que decía Jesús y su semblante ya no reflejaba irritación alguna. El amigo del joven enamoradizo había tomado la decisión, finalmente, de seguir más de cerca al Señor.  

Quien escucha mi Palabra con buena disposición da fruto

Al ver que algunos se iban, uno de los discípulos que estaba en la barca con Jesús le preguntó: «Maestro, ¿por qué les hablas en parábolas? ¿No ves que algunos no entienden y se van o no te prestan atención?». Jesús le respondió: «Precisamente, les hablo en parábolas porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden, como dijo el profeta Isaías. Quien no quiere escuchar mi Palabra oirá la parábola, pero no se interesará por el significado. Quien quiera escucharla, en cambio, se acercará para aprender más. Por eso, os digo que al que tiene se le dará y le sobrará; al que no tiene, incluso lo que tiene se le quitará.

»Este es, pues, el sentido de la parábola que habéis oído. Quien escucha mi Palabra con buena disposición da fruto. Quien no se interesa, o quien la oye con superficialidad, o quien tiene otras prioridades, permanece estéril.

Texto del Evangelio

Mateo 13, 1-23 (leer).

¿Qué puedo aprender del evangelio?

Así como la tierra da sus frutos, Jesús espera que su Palabra fructifique en nosotros (lee Isaías 55, 10-11; Salmo 65 (54), 10-14). Los primeros evangelizadores recordaban a los cristianos que de nada sirve escuchar la Palabra de Dios si no se pone por obra: el cristianismo no es una teoría, sino que es vida (lee Santiago 1, 21-25; Filipenses 4, 9). Esa vida la hemos recibido en nuestro Bautismo: es el Espíritu Santo que habita en nosotros (lee Romanos 8, 18-23). Si somos dóciles al Espíritu de Dios y seguimos sus inspiraciones, seremos realmente felices (lee Lucas 11, 28).

Preguntas para meditar y orar

1. ¿Qué tipo de tierra soy? ¿Con qué actitud escucho las enseñanzas de Jesucristo?

2. ¿De qué manera participo en la Santa Misa? ¿Procuro concentrarme?

3. ¿Soy dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo?

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