La madre de Juan sollozaba. «Juan, hijo mío, mira lo que le han hecho al Maestro. ¿Podremos soportar este dolor?… Él acaba de suplicar al Padre que perdone a sus verdugos, pero, ¿podremos nosotros perdonarlos?».

Crucifixión, Evgraf Sorokin

Juan contempló a Jesús crucificado. Se fijó en cada herida de su cuerpo y le dolieron como si fueran propias. ¿Cómo las sentiría María, la madre de Jesús? Se mareó de solo imaginarlo. Cerró los ojos unos segundos. Al abrirlos, observó a María. Estaba pálida pero firme. En su rostro Juan vio un dolor profundo y, sin embargo, le transmitió una gran paz.

Tomad y comed, este es mi cuerpo

María se acercó a la cruz y besó los pies de su Hijo. Sus labios y cachetes se mancharon con la sangre de Jesús. Al observar aquello, Juan recordó la noche anterior. Durante la cena, Jesús había tomado pan, y después de bendecirlo, lo había partido y se lo había dado diciendo: «Tomad y comed, este es mi cuerpo». Y después les había pasado el cáliz lleno de vino: «Bebed todos de él, porque esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados». Juan había comido y bebido; sus labios también habían tocado el cuerpo y la sangre de su Maestro.

Juan meditaba sobre las preguntas que le había hecho su madre. ¿Soportarían el dolor? ¿Podrían perdonar? Lo carcomía el hecho de que hubieran crucificado a Jesús en medio de dos ladrones. Era inadmisible que se burlarán así de su Señor, poniendo a dos malhechores a su derecha e izquierda…

¿Podéis beber el cáliz que Yo voy a beber?

Entonces, se quedó de piedra al recordar. «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Hacía poco más de una semana que su madre le había pedido esto a Jesús. «No sabéis lo que pedís —les había respondido Él—. ¿Podéis beber el cáliz que Yo voy a beber?». «Sí, podemos», habían contestado Juan y su hermano Santiago. «Mi cáliz lo beberéis, pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».

La mirada de Juan se encontró con la de Jesús crucificado. En los ojos del Señor encontró la respuesta a las preguntas de su madre. Se acercó a esta y la abrazó de medio lado. Con voz decidida le dijo: «Podemos, mamá. Podemos soportar el dolor porque Él nos sostiene. Podemos perdonar porque Él los ha perdonado, porque Él nos ha perdonado».

Textos de la Pasión de Cristo

Institución de la Eucaristía: Mateo 26, 20-29 (leer).

La Cruz a cuestas y la Crucifixión: Mateo 27, 32-56 (leer).

Otras citas bíblicas para meditar

Entrada triunfal en Jerusalén: Mateo 21, 1-11 (leer).

Zacarías 9, 9 (leer).

Isaías 50, 4-7 (leer).

Salmo 22 (21)  (leer).

Filipenses 2, 5-11 (leer).

Preguntas para reflexionar y orar
  1. ¿Cuáles son mis sufrimientos?¿Me doy cuenta de que Jesús Eucaristía me sostiene?
  2. ¿Perdono a los demás como Jesús me ha perdonado?
  3. ¿Vivo la humildad y generosidad de Jesús en la Cruz, de Jesús en la Eucaristía?

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